Fátima Fernández y Juan Hernaz, creadores de ‘La maleta del abuelo’

 

La escritora Fátima Fernández (Puerto de Vega, 1972) y el ilustrador Juan Hernaz (Gijón, 1975) fueron premiados este año con el III Premio Internacional Ciutat de Benicarló al Mejor Álbum Infantil Ilustrado por su obra La maleta del abuelo. El jurado valoró la extraordinaria calidad de la obra y su vertiente social y educativa, al tocar un tema tan delicado y difícil como el Alzheimer. Con motivo de la publicación y presentación del libro conversamos con ellos.

Fátima, Juan, contadnos qué os llevó a hacer juntos este libro. ¿Es la primera vez que colaboráis? ¿Cómo y porqué nace este proyecto?

Juan Hernaz: Fátima y yo nos conocimos a raíz de Nora, un proyecto en el que colaboramos previamente y que ha recibido diversos premios. Nora es un texto de Fátima sobre una niña especial, llevado a escena por Teatro Factoría Norte, para el que desarrollé ilustraciones animadas que se integraban con el trabajo actoral. Aún sigue en cartel recorriendo España, seis años después de su estreno, y con gran éxito de crítica y público. Fue en aquellos momentos cuando nació la idea de crear un álbum juntos. Un proyecto que, al igual que Nora, aborda un tema comprometido, un reto para ambos.

Y tratándose de un tema tan comprometido, duro incluso… ¿a quién va dirigido? ¿Qué acogida esperáis que tenga vuestro libro?

Fátima Fernández: Confío en que este libro invite a una gran variedad de lectores a leerlo y disfrutarlo, independientemente de su edad y de su experiencia vital con el tema del que trata.

¿Creéis entonces que padres y maestros se resisten a enfrentar a los lectores más jóvenes a determinadas temáticas?

F.F: Es difícil encontrar en la literatura infantil libros que aborden temas poco amables. Los hay, claro, pero son pocos. Eso es porque el mercado manda y porque hay una actitud sobreprotectora de la infancia. Una de las funciones de la literatura es abrirnos al mundo, no deberían existir tabúes en la literatura infantil, pero hay quien los sigue teniendo.

No se da mucha importancia, por tanto, a estos temas dentro de la literatura infantil… ¿o no se da mucha importancia a la literatura infantil en sí?

F.F: En lo que respecta a los niños y jóvenes se da mucha importancia al acoso escolar,  a las familias en crisis, a los nuevos modelos de familia y a todo un catálogo de niños inadaptados y con trastornos. ¿Cuántas publicaciones de literatura infantil hay en el mercado que aborden estos temas? Omitirlos no ayuda a hacer frente a los pequeños o grandes dramas cotidianos, tampoco a cambiarlos.

¿Cómo fue el proceso de creación de “La maleta del abuelo”?

Cada vez son más las personas que conozco que conviven con enfermos que sufren alzhéimer o demencia senil. Me planteé abordar este tema desde una perspectiva y un enfoque diferente: explorar el mundo de las emociones y al mismo tiempo retar a la imaginación (Fátima Fernández)

F.F: Tenía interés especial en tratar el tema de la pérdida de la memoria. Cada vez son más las personas que conozco que conviven con enfermos que sufren alzhéimer o demencia senil. Me planteé abordar este tema desde una perspectiva y un enfoque diferente: explorar el mundo de las emociones y al mismo tiempo retar a la imaginación. Quería escribir un texto que rompiera la frontera que separa a los lectores por su implicación con el tema que trata.

J.H: Un texto como el de este libro, donde lo que se cuenta guarda muchos más significados que los obvios, requería de un trabajo profundo por mi parte, desde las primeras fases de investigación y documentación hasta la construcción de los lenguajes  paralelos que integran la obra y la dotan de planos de lectura con diferente calado. Ese fue mi principal objetivo, buscar los espacios que ofrece el texto para ilustrar lo no evidente. Soy riguroso en este sentido e invertí más tiempo en buscar referencias que en la propia construcción de las imágenes, llegando a manejar cientos de imágenes previas, textos, notas e ideas, documentos… Esa investigación, junto con el resto del proceso, la escaleta, los bocetos y la construcción de los planos de lectura y lenguajes –más allá del visual y del escrito- alcanzó los nueve meses.

Mi principal objetivo fue buscar los espacios que ofrece el texto para ilustrar lo no evidente (Juan Hernaz)

Fátima, ¿es casual que sea una niña la protagonista? ¿Por qué escogiste a Mariana?

F.F: No, no lo es. Para esta historia quería un personaje femenino que fuera el hilo conductor del texto y que tuviera la oportunidad de reivindicar el protagonismo que históricamente se ha negado a los personajes femeninos, sin que por ello perdiera su feminidad.

Una vez que decidí que la protagonista iba a ser una niña, le busqué un nombre que ayudara a dar coherencia a la historia. Al principio, pensé en llamarla Marina por su connotación con el universo marino, pero resultaba demasiado obvio. Una “a” lo cambió todo.

Y ¿has tenido alguna respuesta de personas que estén viviendo experiencias como la de Mariana? ¿Cuáles han sido sus respuestas sobre vuestro trabajo?

F.F: Cuando se escribe un libro que trata un tema tan delicado y que afecta a tantas personas, es inevitable tener cierta expectación ante la acogida que tendrá por los lectores que sufren y conocen bien esta enfermedad. La respuesta está siendo muy positiva.

Juan, ¿cómo es la ecuación palabra-imagen? ¿Cómo es la relación que se establece entre texto e ilustraciones?

J.H: Esa es una de las claves en un álbum ilustrado, que ambos lenguajes se complementen y funcionen de manera integrada. En “La maleta” fue una de mis preocupaciones principales: que texto e imagen conformaran un todo coherente y no fueran reiterativos en ningún momento. Incluso desde el punto de vista plástico, las grafías actúan como líneas de movimiento que marcan pautas y ritmos visuales. Y para potenciar su plasticidad, de hecho, todas las palabras están dibujadas y texturadas, letra a letra, para potenciar su aspecto plástico. El texto, así, no es accesorio ni las imágenes son meras explicaciones visuales. Es una relación que ahonda en el concepto de álbum ilustrado.

Habláis por tanto de una de las claves del álbum ilustrado… ¿Qué componentes definiríais desde vuestro punto de vista como esenciales en un buen álbum?

F.F: Historias que emocionen, sugieran, hagan pensar y ayuden a crecer.

J.H: Comunicación (escrita y visual), reflexión e interacción con el lector, exploración e integración de lenguajes, plasticidad y estética, adecuación técnica al concepto y al tema, iconicidad, ritmo y fluidez visual.

Leyendo “La maleta del abuelo” veo que existen muchas metáforas relacionadas con el mundo marinero. ¿Tienen algún significado? ¿Por qué el mar?

F.F: Naci en Puerto de Vega, un pueblo costero. Mi abuelo dedicó su vida a la mar. Cuando me documentaba sobre la problemática de las personas que pierden la memoria -mi abuelo también la perdió-, leí en un foro la experiencia de una persona que contaba que su abuelo había sido marinero y que a veces se empeñaba en hacer la maleta e irse al barco. Ese fue el punto de partida de La maleta del abuelo.

Juan, quisiera que me hablaras un poco de tu trabajo en esta obra. Ya nos has contado cómo es el proceso desde la palabra hasta la imagen, pero ¿cuáles son tus intenciones a la hora de construir una secuencia de imágenes?

J.H: En “La maleta” hay muchos caminos que se encuentran. Por un lado, el narrativo, el más obvio, que sigue una secuencia lineal acompañando al texto. Por otro, la articulación de planos de lectura a través del manejo de diferentes lenguajes (el textual, el icónico, el lenguaje de banderas, el código morse…). Y por otro, las claves y guiños de cada imagen.

Todo este trabajo va hilado a través de diferentes recursos: el juego de color (desde los tonos más sepias y apagados de la realidad cotidiana en las dos primeras imágenes, hasta el juego de color más brillante dentro del mundo del abuelo); la composición de las imágenes (del estatismo al movimiento constante de las siguientes, o el ritmo ondulante de las ilustraciones, entre cada una y la siguiente, que simula el movimiento del mar); el juego de espacios abigarrados y vacíos (el cierre del libro se articula con imágenes mucho más vacías, en las que todo lo accesorio desaparece para dejar paso a las emociones); etc.

Reforzando esta continuidad del discurso, me interesó también la integración de las cubiertas y las guardas dentro de la propia narración. Son elementos que pueden formar parte también de la obra.

Un concepto interesante, pero ¿necesario?

J.H: En mi opinión, sin duda. Creo que el álbum ilustrado, por sus cualidades estéticas, se acerca más al concepto de libro-objeto que al de ser un simple soporte o continente de una historia. Creo que todas sus partes son susceptibles de comunicar y es algo que siempre he visto como una clave para lograr la interacción y respuesta del lector: que desde el primer momento en que se abre un álbum se inicie la experiencia.


Háblanos un poco de tu técnica, estilo y forma de trabajar. ¿Qué materiales y técnicas sueles utilizar? ¿Qué importancia concedes al color, la composición, el detalle… ?

J.H: Todo trabajo nace siempre de la documentación y de las notas, ideas, bocetos en los cuadernos de campo. A partir de ahí articulo la ilustración completa para que funcione en todos sus aspectos en la dirección que requiere el proyecto, ya sea un cartel, una cubierta o un álbum ilustrado. Incluso pienso que el estilo del ilustrador, como un componente más de la comunicación visual, debe ser lo suficientemente dúctil como para que también comunique adecuándose al mensaje. Debemos tener claro que todo lo que se ve en una imagen comunica: composición, color, juegos visuales, abstracción o realismo, estilo, grafías, texturas… Y mi labor es conjugar todos esos elementos para lograr transmitir de la manera más eficaz.

Y la técnica, por supuesto, también. Me preocupa en cada caso adaptar mi técnica a cada proyecto, y suelo experimentar nuevas formas de enfocar este aspecto para obtener los resultados plásticos que requiere cada caso. En “La maleta”, por ejemplo, la base son ilustraciones completas a gran tamaño realizadas exclusivamente con grafito y aplicado el color de manera digital con dispositivos y software específicos. En otros proyectos integro el color a partir de objetos o texturas y color manuales… Cada caso es distinto, pero algo que no suele faltar es el trabajo digital por la versatilidad y agilidad que ofrece.

El color, la composición, el detalle de cada imagen, y todos los aspectos susceptibles de análisis en una ilustración, van siempre condicionados por las variables que comentaba al principio: la intención y el objetivo del texto y su conjugación con mis propias ideas. No hay que olvidar tampoco que un ilustrador se posiciona a través de sus imágenes.

Fátima, Juan, habéis ganado con “La maleta del abuelo” el III Premio Internacional de Álbum Ilustrado ‘Ciutat de Benicarló’. ¿Qué significa esto para vosotros?

F.F: Un reconocimiento siempre es un aliciente. Para un libro que trata un tema sensible un premio es un aval para el público.

J.H: El premio actúa, además, como incentivo al refrendar el valor de un trabajo. Para el creador es una manera de saber que el camino elegido no es incorrecto en la medida en que la obra es capaz de comunicar eficazmente y conmover. Para un libro como La maleta del abuelo, por su complejidad técnica y temática, el premio es, además de un respaldo en el mercado, una llamada de atención y un apoyo a la exploración de un tipo de álbum ilustrado con enormes posibilidades comunicativas y formativas.

(5 de diciembre de 2016)

 

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Sobre el autor

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