La lectura y sus enemigos

En la sección “Dinamización” de nuestra revista abordamos la experiencia que bajo el título Apadrinando lectores viene celebrando la Biblioteca de Coaña. Enmarcada dentro en su proyecto Nacer Leyendo, con ella la biblioteca designa un padrino lector para los niños nacidos a lo largo del año. En 2011 han tenido el honor de contar con el Médico Pediatra Venancio Martínez, cuya intervención en el acto de celebración de ese “apadrinamiento” reproducimos a continuación. De extraordinario interés sobre todo para padres y madres, pero también para todos nuestros lectores.

 

A Maribel, a Ana, a mis amigos de Coaña 

LA LECTURA Y SUS ENEMIGOS

                                            Venancio Martínez Suárez

Pediatra. Padrino Lector, Coaña 2011

 

Quiero iniciar este escrito manifestando que el nombramiento por parte del Ayuntamiento de Coaña como Padrino Lector ha sido uno de los mayores halagos con que me ha acariciado la vida. Y lo ha sido porque en su idea está lleno de significación, acercándose a mis intereses profesionales –la educación y la intervención familiar- y a una de las aficiones y ocupaciones de mi vida –la lectura y los libros-. Como agradecimiento a los que lo han hecho posible he redactado esta nota sobre la lectura, sobre su papel en el programa educativo del niño; también sobre su función clave en el aprendizaje y el conocimiento; y sobre su importancia en la consecución de la cultura y de la libertad. E intentaré situarla en el contexto de una educación y de una infancia amenazadas.

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Una orientación previa de carácter terminológico la quiero poner en ciertas palabras que aun situándose en un escalón inferior circulan con alguna autoridad equiparadas a los vocablos educar y educación. Educar es más que enseñar, que informar, que comunicar, instruir, dirigir o adoctrinar. Estos términos carecen de carga moral que oriente su significado, no apuntan necesariamente hacia algo mejor. Se pueden enseñar o comunicar cosas perversas, se puede instruir o adoctrinar a un individuo para el mal y es posible informar con intenciones despreciables. Pero educar y educación llevan implícito el bien. Por eso la educación ha sido un tema capital del pensamiento. Ocultar, mutar o tergiversar estas relaciones es bastardear cualquier razonamiento en su origen y cambiar su sentido. Como consecuencia, a veces también se habla de educación en forma demasiado genérica, excesivamente generosa y grosera.

 ”existe un error bien asentado en nuestra sociedad que es el de pensar que el aprendizaje de la lectura y la escritura son tareas exclusivas de la enseñanza primaria y recluidas al ámbito escolar. ”

Educar es ir poniendo un ladrillo sobre otro, en un orden lógico y hacia un fin. Es fácil entender –y a los padres tendría que señalárseles así- que en el niño debe comenzarse por educar los hábitos de vida relacionados con las necesidades primarias: la alimentación, el sueño y el control de esfínteres. Todo lo demás se debe construir sobre esa base. Luego –a veces de forma simultánea pero en los tres primeros años en un plano posterior- las habilidades cognitivo-sociales básicas, entre las que tiene el aprendizaje de la lectoescritura un protagonismo decisivo. Y a partir de ahí la consolidación de rutinas, habilidades y hábitos de vida para procurar una vida saludable y lograr conocimientos y competencia para vivir. Cada una de estas tres etapas tiene sus problemas y sus posibilidades de fracaso, pero todas en conjunto constituyen el inicio del camino para intentar alcanzar la cultura.

¿Cómo deben los padres echarse a andar y recorrer ese camino?. Pensamos y repetimos diariamente en nuestro trabajo que la buena educación familiar tiene sólo tres condiciones que se puedan considerar verdaderamente necesarias o imprescindibles: el interés por hacerlo bien, la paciencia y la constancia. Los padres –en primer lugar- deben decidir qué tipo de persona quieren que sea su hijo y llevarlo hacia ese objetivo con dedicación y desde los primeros momentos. El final del recorrido –que no es corto ni hacedero; más bien es la tarea principal para los padres comprometidos con la vida de sus hijos- debiera ser hacer a nuestros niños personas respetuosas consigo mismos y con los demás; hombres y mujeres –en suma- responsables; con afán de cultura y capacidad para decidir por ellos mismos de forma justa y conveniente. En el andar de ese camino la ayuda del pediatra -hay que recordarlo siempre- es muy importante, ya que es él quien tiene la obligación de ir adelantándoles a esos padres las crisis normales que aparecen en el desarrollo de los niños y que si no se resuelven adecuadamente van a tener consecuencias. El pediatra podrá orientar, ayudar en forma de consejos, proporcionando técnicas y facilitando la adquisición de habilidades por parte de los padres; pero al final serán ellos los que decidan la importancia que le dan a la educación de su hijo y cómo quieren que este sea.

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El lenguaje hablado y escrito son en el orden individual un corolario de la educación. Aprender a leer y a escribir es una de las destrezas más importantes que el niño va a adquirir en la escuela. Es el primer paso del éxito académico, que a su vez es el primer paso del éxito social y vital.

Pero el caso es que existe un error bien asentado en nuestra sociedad que es el de pensar que el aprendizaje de la lectura y la escritura son tareas exclusivas de la enseñanza primaria y recluidas al ámbito escolar. Así nos encontramos con que se excluye del aprendizaje del lenguaje escrito el período más receptivo -de mayor desarrollo y plasticidad del cerebro-, que es el anterior a la enseñanza obligatoria: la etapa prelectora, de lectura emergente, o de infancia preescolar, entre 2 y 5 años; antes incluso de que el niño pueda emitir palabras, frases y oraciones inteligibles. Esta es una laguna terrorífica de nuestro sistema educativo, que en otros países llevan décadas –en algunos desde los años 50 del pasado siglo- queriendo solucionar mediante los llamados programas de alfabetización temprana –consistentes en la lectura en voz alta y la utilización de imágenes y palabras impresas desde los 6 meses-. Este es un terreno en el que los pediatras, las Administraciones y las Bibliotecas públicas tienen unas extraordinarias posibilidades de colaboración; y donde las familias tienen un papel decisivo. Estos programas se ha demostrado que favorecen en los niños un enriquecimiento del vocabulario mantenido a lo largo de los años, facilita el lenguaje receptivo y expresivo, las habilidades de lectura y escritura, la psicomotricidaz global y posteriormente una mejor adaptación y rendimiento escolar. De hecho, esta alfabetización temprana se considera una herramienta en la lucha contra el fracaso escolar, que es una auténtica epidemia y que debe considerarse en dos categorías de distinta naturaleza: el fracaso del aprendizaje y el fracaso pedagógico, este último más frecuente y prevenible mediante la mejora de los planes educativos. Sensibilizar a los padres sobre el potencial de este tipo de experiencias tempranas en el desarrollo y rendimiento de sus hijos es uno de los principales sentidos de actos como el celebrado en Coaña.

 ”la afición a la lectura en un hijo se inicia -primero- leyéndole, antes ya de que sepa leer, desde el momento en que pueda comprender un relato. A través de esta experiencia inicial el niño relacionará de forma indisoluble libro y momento de placer”

Y si la función primera de la escuela es enseñar a hablar y  enseñar a escribir, el fracaso de nuestros recientes modelos educativos resulta, en rigor, palmario. Según los datos del Instituto de Evaluación  de la Secretaría General de Educación a través del Informe PISA –que se emite cada 3 años y que evalúa el nivel de conocimiento de niños de 15 años en 65 países-, España se halla 20 puntos por debajo de la media de la OCDE en el nivel de nuestros escolares, con un % muy bajo de muchachos entre los de calificaciones superiores; además, con un estancamiento respecto a países de nuestro entorno desde hace una década. Este informe señala como prioridades para los próximos años estimular a los niños en la lectura y mejorar su comprensión lectora, ya que se consideran capacidades cuyo nivel se proyecta sobre las otras dos esferas evaluadas, las ciencias y las matemáticas.

Otros datos interesantes en relación al tema es la disminución en el número de niños lectores (a pesar de la opinión general de los niños leen más), existiendo –y esto debe verse como algo preocupante- un descenso importante al pasar de primaria a secundaria. Paradójicamente aumenta el número de libros vendidos –un 7,3%- lo que indica que se compran libros para no ser leídos, simplemente como práctica de consumo –en este caso inútil-.

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Educar bien debiera ser una preocupación y una ocupación sobre todo de los padres. De ellos depende casi todo en la vida futura de sus hijos. Y cuando el niño recibe el estímulo y la oportunidad adecuados, sus aptitudes iniciales para la lectura y la alfabetización se desarrollarán de manera predecible. Insistimos: todo se hace –bien o mal- en la familia. Y la afición a la lectura en un hijo se inicia -primero- leyéndole, antes ya de que sepa leer, desde el momento en que pueda comprender un relato. A través de esta experiencia inicial el niño relacionará de forma indisoluble libro y momento de placer, descubrirá en nuestra compañía la noción del bien y del mal; es decir le transmitiremos –envuelta en fantasía, en aventura y en personajes concretos- una actitud moral ante la vida que tiene un valor extraordinario. Luego –en una segunda etapa- se debe acompañar a nuestro hijo mientras él nos lee y podemos interrumpirlo con nuestros comentarios, precisiones, divagaciones ilustrativas, etc, en lo que se denomina lectura dialogada. Podremos comprobar cómo va perfeccionando sus capacidades; y con ello le estaremos estimulando su imaginación, le motivaremos para respetar el valor y el coraje cuando se emprende cualquier tarea, le provocaremos el aprecio por los seres humanos bien intencionados y el rechazo a los ambiciosos sin escrúpulos, y le facilitaremos modelos a los que admirar y a los que luego desee imitar. Le iniciaremos, en definitiva, en el conocimiento y la cultura; le estaremos proponiendo unos valores para vivir. Por último, debemos empañarnos en que los niños tengan un acceso fácil a los libros desde edades tempranas; y en esto las bibliotecas públicas tienen una función social de primer orden.

Todo ello envuelto en el ejemplo y en una actitud positiva hacia la lectura por parte de los padres. Y esto es importante, sobre todo porque los niños aprenden de manera fundamental –y es algo consistentemente probado- del ejemplo que reciben de sus progenitores y de todo su ambiente familiar. Si los padres dedican su tiempo en casa a ver la TV, si discuten con frecuencia, si comen de forma desordenada, si fuman y consumen regularmente bebidas alcohólicas, si juzga negativamente el entorno y se muestran egoístas, violentos, perezosos y desorganizados, es muy probable que sus hijos tengan problemas en la vida. Y esto es conveniente recordarlo en relación a la lectura porque según datos el Ministerio de Educación casi la mitad de los españoles no leen nunca -o casi nunca- un libro.

El esfuerzo educativo –cualquier esfuerzo educativo, incluido el del gusto por la lectura- debe centrarse primero en los padres, no en los niños. Sin contar con ellos, cualquier estrategia tiene grandes posibilidades de fracasar. A ellos debería hacérseles entender: 1-. Que la lectura primero y la escritura después son aspectos fundamentales en el pleno desarrollo de las capacidades personales; 2-. Que ellos tienen una gran responsabilidad que asumir en este tema; y 3-. Que existen unas pautas bien conocidas para que puedan iniciar eficazmente a sus hijos en la lectura.

 El esfuerzo educativo –cualquier esfuerzo educativo, incluido el del gusto por la lectura- debe centrarse primero en los padres, no en los niños.

Es más: la despreocupación por parte de los padres de su función educativa es la principal amenaza para el futuro de los niños. La negligencia con la que delegan sus responsabilidades en todo lo externo al hogar y a la vida familiar: en la escuela, en los medios de comunicación (incluidas las nuevas tecnologías) y en la sociedad (en un modelo social consumista y manifiestamente pernicioso en alguno de los rasgos que lo definen) es un factor de riesgo de salud, de conflictos familiares, de inmoralidad y de degradación de la vida personal y la convivencia social. A nadie se le ocurre el día que su hijo se suelta a caminar ponerlo en la puerta de casa y dejarle dirigirse hacia donde le apetezca. Eso es lo que está pasando con los niños –por poner un ejemplo- en lo referente a las nuevas tecnologías, el consumo de TV, los teléfonos móviles en todas sus variantes, las redes sociales, etc. Pero el lenguaje analógico es previo al lenguaje digital; el hablar y conversar debe preceder a los modos interactivos de sociabilidad, y la lectura es anterior a las pantallas.

Queremos finalizar este breve escrito resumiendo lo que acabo de decir en cuatro ideas, que me gustaría que fuera lo que les quedara de mi exposición:

1-. Que leer es mejor que no leer.

2-. Que se lee mejor –esto es, con mayor capacidad de comprensión, análisis y crítica- si se lee más.

3-. Que se lee más si se empieza a leer pronto.

4-. Que se lee más y mejor si se empieza a leer en familia y acompañado por los padres

5-. Y por último, que con la lectura aumentan nuestras posibilidades de felicidad y de libertad; aumentan, en suma, nuestras expectativas de una vida mejor.

 

Todas son cosas que debemos de tener en cuenta al pensar en nuestros hijos.

 

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias