El arte y el romance de Moisés Mori

El prestigio de Moisés Mori (Cangas de Onís, Asturias, 1950) como escritor y buen lector empezó a fraguarse hace más de veinte años con libros como Lo inmortal y otros ensayos de literatura (1991), El nombre es lento (Dossoles, 2004), y Voces de Albania. Lectura en falso de Ismail Kadaré (Losada, 2006). De la mano de la editorial asturiana KRK fueron viendo la luz después magníficas y singulares obras que lo afirmarían como un autor referencial en la literatura española contemporánea. A medio camino entre el ensayo, la fabulación y el destello poético, daba a imprenta Estampas rusas.Un álbum de Iván Turgueniev (1997; 2007). En 2007 también trazaba un puente imaginario que unía al escritor alemán Georg Büchner (1813-1837), el autor de La muerte de Dantoy y Woyzeck, y a Eugueni Basarov, el personaje de la novela de Iván Turgueniev, Padres e hijos (1862) en un libro a medio camino entre el ensayo y la ficción que titulaba De Büchner a Basarov. Esta fórmula tan personal como alabada por la crítica volvería a concretarse en el que es su último volumen en prosa: Escenas de la vida de Annie Ernaux (Diario de lecturas, 2005-2008) (KRK, 2011). Pero, si bien sus publicaciones hasta la fecha se encuadraban dentro del género narrativo, la pulsión y la sensibilidad poética ha recorrido toda su bibliografía. Sin embargo, hasta este 2013 Mori no tomaba la decisión de publicar sus poemas. Arte y romance es el título publicado también por KRK con una cuidada introducción firmada por Olvido García Valdés, que sirve de presentación y estudio: “Las quince piezas que componen el poema logran una aleación perfecta de alta y baja cultura; hablan de arte en román paladino, y, con el mismo tono, de referencias clásicas («Níobe, Ifigenia») o de lo más vulgar («sales a la terraza para hablar por el móvil»); romance: revista del corazón, Hamlet y Ofelia, libro de caballerías, amoríos. En un poema cabe todo: la reflexión estética y la vida que se escurre. Todos los ecos. El arte y la literatura —en especial, del siglo XX; en especial, la poesía— constituyen habla y mirada del poema. Quien escribe Arte y romance está conformado por quien lee, por quien lo ha leído todo, más otra cosa: una raíz, un cuajo, una pesadumbre, lo que llamo desdicha. La pregunta por lo poético encierra la pregunta por la desdicha y la de cómo vivir; la pregunta por lo poético, cuando en verdad se plantea, es siempre pregunta por el sufrimiento y lo político”. De la gestación de esta obra y de su relación con las publicaciones anteriores nos habla Moisés Mori en este interesante encuentro:

 

Moisés, has definido Arte y romance como un libro que trata sobre arte en lengua vulgar. ¿Podrías ahondar un poco más en esta explicación para presentarnos este poemario?

Creo que el arte es, si no el motivo central del libro, el campo en el que se desarrollan algunas líneas fundamentales de estos poemas: qué significan para mí (y socialmente) el arte y la literatura, que hay en ellos de verdad y de mentira, cuánto de energía benéfica y de engaño, poder o coartada… No obstante, el tono del libro es más bien prosaico, muy coloquial, es decir, poco artístico o lírico, en los márgenes de la ley poética: es lengua romance, vulgar.

En la presentación de este libro, ante las preguntas de Jaime Priede, hablabas de tu relación temerosa frente al verso, por un lado, y de la despreocupación en que fuiste escribiendo estos poemas, por otro. ¿La despreocupación a la que te referías tiene que ver con descartar en un momento dado su publicación?

No escribí estos poemas con la idea en publicarlos, no nacieron con el proyecto de un libro; son textos sueltos que fueron surgiendo sin más, en ratos perdidos, entre otras actividades o trabajos. Por eso puedo decir que lo que hoy es un libro ha sido compuesto -desde ese punto de vista- con total despreocupación. Por otra parte, esa relación temerosa que mencionas, mi inseguridad ante el verso, ha actuado siempre en mí como un freno, es uno de los motivos que me ha alejado de la poesía.

el arte es, si no el motivo central del libro, el campo en el que se desarrollan algunas líneas fundamentales de estos poemas”

Olvido García Valdés califica este poemario como un “un libro largamente anunciado”. Y es que, quienes te conocen bien -amigos y lectores- han reconocido siempre el pulso poético en tus obras anteriores. Así me atrevería a decir que también es un libro largamente esperado. Con respecto al temor que mencionábamos antes, que entiendo que es admiración y es respeto, ¿qué te ayudó a vencerlo y dar a imprenta este volumen? ¿Tal vez el ánimo de quienes te conocen?

Arte y romance ha salido a la luz porque, aun con esa despreocupación o indiferencia de que hablábamos, está formado, en definitiva, por un pequeño número de poemas que han cobrado forma como tales, existencia real. Y es que quizá he llegado a marcar ahí una distancia suficiente (ironía, cita, romance…) como para sentirme bien en una tierra desconocida y que tanto me atraía pero asustaba. Finalmente, los amigos siempre ayudan en la decisión última de hacer o no hacer público un texto cualquiera

De todas tus obras, ¿es en Arte y romance donde te has sentido más expuesto frente al lector?

No. Bien es verdad que no sé cómo debo entender ese “expuesto” de tu pregunta. Si se trata de una exposición de la intimidad personal, no veo aquí mayores diferencias con, por ejemplo, mi libro anterior, Escenas de la vida de Annie Ernaux; y si se trata de riesgo estético, pues tampoco. Eso sí, es posible que lo que, en ambos sentidos, pueda haber aquí de exposición le resulte más directo al lector.

Dices haberte acercado a literatura tardíamente y que lo hiciste como poeta. ¿Hasta qué punto consideras que te impactaron en un momento determinado esas lecturas, y condicionado en tu forma de enfrentar tus obras posteriores, pese a moverse en terrenos más próximos a la narración y el ensayo?

en aquellas primeras y desordenadas lecturas poéticas creo yo que se encuentra el sustrato fundamental de mi escritura, por más que luego me haya inclinado hacia el ensayo, un extraño desvío”

Siempre hay una prehistoria más o menos significativa (lecturas del bachillerato, etc.), pero en mi caso la verdadera relación con la literatura empieza tarde, en los primeros años universitarios, y más concretamente al descubrir la poesía de vanguardia, a aquellos autores (Lautréamont, Rimbaud…) que algunas vanguardias históricas habían señalado como sus propios precursores. En realidad, es la literatura moderna (el surrealismo, pero también Poe o Kafka o Borges, por ejemplo) la que me conducirá a los clásicos, la que me abrirá las puertas de la literatura. Y en aquellas primeras y desordenadas lecturas poéticas creo yo que se encuentra el sustrato fundamental de mi escritura, por más que luego me haya inclinado hacia el ensayo, un extraño desvío.

Sin embargo, salvo gestos puntuales, tardaste mucho tiempo en decidir la publicación de tus versos. De hecho, este libro cierra un círculo de tres décadas, tal como explica Olvido García Valdés en la introducción. Décadas en que has leído mucho y publicado obras como Estampas rusas. Un álbum de Iván Turgueniev; Voces de Albania. Lectura en falso de Ismaíl Kadaré o Escenas de la vida de Annie Ernaux, en que te has adentrado con pasión en la obra de los autores citados. ¿Notas la voz de estos referentes filtrándose en los versos que fuiste escribiendo y que componen hoy Arte y romance?

He aprendido muchas cosas leyendo a Turgueniev, Kadaré o Ernaux, pero su escritura no me ha influido -pienso- especialmente. Son autores que me han interesado y sobre cuyas obras he escrito luego porque me permitían reflexionar sobre algunas cuestiones (no solo literarias), desarrollar ideas, ciertas intuiciones, y buscar, en suma, un registro propio de escritura. Así que lo que pueda filtrase de esos tres libros en Arte y romance son más bien esas mismas preguntas, ansias e incertidumbres (no solo literarias), una voz ya conocida, si no idéntica.

Siguiendo con el interesante prólogo de Olvido, que nos da muchas claves para conocer la gestación de estos poemas, no está de más comenzar preguntándote por Andrés Aguilera, ese autor ficticio que firmaba hace años un texto titulado Sobre el poema conocido como “California” de Moisés Mori. ¿Desdoblarte, como un personaje creado y observado por ti, es una forma de vencer el pudor, o es la manera que, gracias a esa distancia, te ofrece más posibilidades a la hora de analizarte?

En ese caso, el pseudónimo (algo en lo que no he vuelto a caer) era una necesidad del juego literario, pues lo que en ese texto se publicaba era la crítica de un poema mío, supuestamente escrita por un crítico entusiasta aunque más bien despistado y que interpretaba el poema de modo ingenuo, muy forzado.

El yo interpretado desde el resto de las personas del verbo, aunque a simple vista pueda entenderse más próximo a la construcción, ¿es, por contra, un intento de posicionarse contra el cinismo y la impostura? ¿El juego de personas y miradas permite describir las diferentes caras del poliedro sin las limitaciones de la primera persona, quien puede resultar complaciente o confesional hasta el egocentrismo?

Hay en Arte y romance ese cruce de voces que señalas; creo que son el índice de una voz poética (o yo) que se da y quita razones, que discute consigo misma, que se enfrenta al incómodo testigo de su conciencia, a las razones de otros, al clamor de lo real. El yo no gana así presencia ni la pierde, se manifiesta; su identidad es esa: tan precaria e inestable como terca.

Sigo con Olvido y cito: “La escritura conlleva en Mori la lectura”. Esos “collage y juego” de los que habla, ¿son parte fundamental del objeto del poema? ¿Recursos premeditados para su construcción, o se producen de manera inconsciente?

La “Introducción” de Olvido García Valdés es espléndida; sobrepasa además ampliamente lo que sería una mera presentación de estos poemas: hace un análisis completo y muy agudo de mi trayectoria como escritor. En realidad, tras esa “Introducción” tan brillante, los poemas cargan ya con una primera responsabilidad: la de estar a la altura. Así que “juego”, “lectura”, “collage”… son aquí muy pertinentes; pero me permito recordar otros términos que asimismo subraya Olvido en esas páginas introductorias: “sufrimiento”, “lo político”, “nerviosismo”… Es decir, tanto premeditación como inconsciencia: efectos, matemático producto.

Escribo lo que puedo y como puedo. Me gustaría que mis libros representaran algo para alguien”

Nos habla también de juego de espejos y de diferencias. De la ironía como la posible apuesta más fuerte del libro. ¿Cómo manejarla para que no se escape de las manos?

La ironía y, muy en especial, la autoironía está muy presente en el libro. El poeta (el artista) tiene a veces algo de Pierrot. (Pero sería largo comentar este extremo, sus muchas implicaciones.)

“Insólito” es uno de los adjetivos que más se repiten al reseñar tus obras. Críticas, hay que decir, siempre cargadas de merecidos elogios. ¿Te produce extrañeza recibir esas valoraciones que no solo te destacan, sino que te reivindican como un autor de culto? (Calificativo, por cierto, que no se trata aquí de ninguna exageración, porque también se repite ante el comentario a cada uno de tus libros).

No sé muy bien lo que me producen esos comentarios, que, la verdad, a mí apenas me llegan. Escribo lo que puedo y como puedo. Me gustaría que mis libros representaran algo para alguien: belleza, conocimiento, crítica, pasión, rebelión, erotismo, alegría, tristeza…

En una ocasión, Fernando Menéndez te definió como un “ensayista interactivo”: “ni lector que escribe; ni escritor que lee”. Es difícil e incómodo autodefinirse, pero ¿cómo explicarías que fluye esa voz y ese tono de tus obras que simultanea ambas posiciones?

No tengo propiamente un discurso ni una teoría literaria, ni siquiera una estética plenamente consciente de sí misma; apenas algunas coordenadas ideológicas, cierta sensibilidad literaria, las herramientas comunes a un lector. Escribo, pues, principalmente como una reacción ante experiencias directas y en particular ante algunas lecturas: trato de analizar esos textos a los que me enfrento, de preguntarme por sus códigos, de poner así en mí mismo algún orden mediante la escritura.

A la sorpresa inicial de la publicación del libro, ha seguido la felicitación por parte de los lectores. ¿No te genera el ánimo de encarar un nuevo poemario? ¿O prefieres que, de nacer, vuelva a ser de la forma despreocupada en que se produjo Arte y romance?

Escribo, pues, principalmente como una reacción ante experiencias directas y en particular ante algunas lecturas”

Como dices, es más cuestión de ánimo que de planteamiento previo. Así que ya se verá. No obstante, siento que se me presenta ahora un problema añadido: ¿seguir por la línea ya abierta con ese tipo de poesía o aventurarse por un nuevo, desconocido camino?

No sé si preguntarte por lo que lees en este momento con avidez es preguntarte sobre qué estás escribiendo, y viceversa. Pero sí que una sugerencia tuya es una recomendación a seguir. ¿En qué autor o obra que te haya fascinado no está de más que dirijamos nuestras miradas?

Leo a autores franceses del XIX. Son todos ellos bien conocidos, pero, ya que me lo pides, destaquemos un título imprescindible: Los Cantos de Maldoror. Así que volvemos al principio, ya se ve que no salgo de lo mismo. No obstante -por si alguien se ha confundido y con ánimo de ampliar la mirada- recuerdo ahora la muy oportuna recomendación que en aquella época mía de estudiante universitario me hizo un sabio, y hoy desaparecido, profesor de Filosofía, una sugerencia que yo repito ahora: Galdós, Fortunata y Jacinta.

 

(23 de diciembre de 2013)

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