Ignacio del Valle: “La patria de un escritor es su biblioteca”

(Oviedo, 1971) Ganador de más de cuarenta premios de relato a nivel nacional, con su primera novela -De donde vienen las olas (1999, Premio Salvador García Aguilar)-, Del Valle inició una trayectoria literaria en constante progresión. Las también premiadas El abrazo del boxeador (2001, Premio Asturias Joven) y sobre todo, El arte de matar dragones (2003, Premio Felipe Trigo) le llevaron a su fichaje por la Editorial Alfaguara y al éxito internacional con El tiempo de los emperadores extraños (2006, Premio de la Crítica de Asturias 2007, Premio Libros con Huella 2006), que ha sido traducida a varios idiomas y será llevada al cine próximamente. Estas dos novelas, junto con la reciente Los demonios de Berlín, configuran una trilogía protagonizada por el soldado Arturo Andrade. Entre ellas, y muestra de sus múltiples registros, nos ofreció Cómo el amor no transformó el mundo (2005). Es colaborador habitual de los diarios El Comercio, El País, Pánama América, así como de otros periódicos y revistas. Estas colaboraciones y pueden seguirse en su blog personal, ignaciodelvalle.blogspot.com y su web: www.ignaciodelvalle.es.

 

Su última novela se anuncia como la tercera parte de una trilogía protagonizada por Arturo Andrade, deberíamos comenzar advirtiendo de que puede leerse de forma aislada…

Absolutamente. Cada pieza esta concebida de forma independiente, pero formando parte de un conjunto multifacético que ayuda a conocer y comprender mejor tanto la figura de Arturo Andrade como el periodo histórico en el que se desenvuelve.

Andrade es el hilo conductor de la serie, ¿era algo previsto cuando protagonizó El arte de matar dragones o es el ejemplo de cómo un personaje cobra vida y exige una continuidad?

Es el segundo caso, porque Arturo Andrade ha resultado una sorpresa. Si le soy sincero no contaba con que se prolongase más allá de El arte de matar dragones, pero, inesperadamente, fue adquiriendo complejidades, deseos, sueños, frustraciones, odios, amores… Alguien capaz de interaccionar con el mundo, de leer la historia, era el protagonista adecuado para situarlo en un periodo en el que se libra una lucha titánica entre la verdad y la mentira, con la dimensión trágica y a la vez cómica que se puede alcanzar.

La primera novela de la serie se enmarcaba en la Guerra Civil española, en las dos siguientes el marco pasa a ser la II Guerra Mundial y dos de sus más crueles batallas, Leningrado y Berlín. ¿A qué responde este interés por momentos de tan extremo horror?

Por ser testigo de cómo la corriente sutil, caótica y apasionada de la vida se abre paso en las condiciones más inverosímiles. Además es en esas condiciones extremas cuando caen las máscaras y aflora lo que realmente es cada uno, y la labor del escritor consiste en retratar ese rostro, nuestra condición humana.

El mal encarnado en personajes como Franco o Hitler y maquillado por el orgullo y la dignidad que ambos defendían, en su novela observamos que el origen de ese mal no se puede limitar a la locura de tan oscuros personajes…

Las raíces del mal se hunden siempre en la búsqueda de los absolutos, ya sean ideológicos o religiosos. En el maniqueísmo subsiste uno de los mayores peligros del siglo XXI. Alguien decía con cierto cinismo que Auschwitz no es más que un récord, y por muy duro que suene, los récords están para romperse, y hay gente que vive empeñada en ello, se lo aseguro.
Ya comentaba Platón que está demostrado que las mayores injusticias parten de quienes persiguen la desmesura.

Ante una novela que se desenvuelve en un marco histórico, el lector siempre se mueve entre lo real, lo verosímil y lo inverosímil, ¿cuanto hay de cada en Los demonios de Berlín?

Me he tomado pocas licencias, más del noventa por cierto de lo que aparece en la novela es real y documentado, y el resto es verosímil. Aunque de ambos lo más importante sin duda en literatura es la verosimilitud, que es lo que me permite jugar con la historia. Por ejemplo, Arturo Andrade, un español, en las profundidades del búnker hitleriano: poco probable, pero no imposible. Con eso es suficiente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“yo soy escritor gracias a una biblioteca pública. Gracias a ella comprendí que se había enseñado a respetar demasiado a la literatura en vez de a amarla”

 

 

¿Real o verosímil el que haya habido soldados falangistas españoles defendiendo Berlín hasta el último momento?

Eso es real, miembros del grupo Ezquerra, restos de la Legión Azul, aventureros e intrigantes varios…

El lector asiste a una curiosa evolución interior del protagonista, cuanto más avanza el caos a su alrededor, cuando más difícil parece que pueda ser posible, más se humaniza…

Es su forma de mantenerse cuerdo, lo que le permite quedarse en la ironía y no llegar nunca al cinismo, y para ello busca continuamente asideros: la amistad, el amor, la belleza, la piedad…

La descripción de ese avance hacia el caos, hacia la destrucción total, creo que es uno de los logros de la novela y llega a su catarsis con la resistencia de las SS francesas, momentos absolutamente estremecedores… ¿qué puede motivar ese comportamiento pese a que todo estaba ya perdido?

La desesperación. En un momento dado uno de los miembros de la División Carlomagno dice que ya tienen el odio de los rusos, pero lo que no van a permitir es su desprecio, así que hicieron lo que hicieron: una defensa absolutamente salvaje y nihilista de la ciudad, hasta el punto de que los comisarios políticos soviéticos tenían que ponerle una pistola en la cabeza a los tanquistas para que entrasen en Berlín.

Es también una novela con numerosos personajes secundarios que enriquecen la trama, ¿destacaría alguno en concreto? Permítame que le pida unas palabras hacia Manolete, esa especie de Sancho Panza que acompaña fielmente a Andrade…

A mí me gusta mucho el Kommissar Hans Krappe, un tipo ordenancista, en la más rigurosa tradición prusiana, es decir, que de demócrata nada de nada, pero que sin embargo es alguien lúcido y que se define perfectamente cuando asevera que lo que nos define es lo que elegimos y nuestra manera de hacerlo, y lo cómodo es ser un jodido nihilista, lo fácil es decir que nada
importa, lo otro, lo duro, es separar lo justo de lo injusto. Él, como Manolete, como Arturo Andrade, como yo, sólo deseamos ser hombres justos, es decir, buena gente, que no implica ni debilidad ni estupidez. Y siempre, siempre encomendándonos al santo de Manolete: San Cucufato, los cojones te ato, si no me consigues lo que quiero no se desato…

En la trama cobra una especial relevancia la atroz carrera científica por la bomba atómica y posibilidad de que los alemanes pudiesen contar con ella… ¿de haber sido así, cree que el final hubiese sido distinto?

La guerra ya estaba demasiado avanzada y habían muertos demasiados hombres y se habían invertido demasiados recursos para que los rusos o los americanos se detuviesen, lo que sí es cierto es que los pactos de la rendición, con un par de bombas atómicas en su arsenal, podrían haber sido menos gravosos para Alemania, e incluso podría haberse evitado la toma de Berlín.

Con tanta muerte sobre ella, ¿cree que aun siguen presentes esos “Demonios” en Berlín? ¿La presencia de partidos y tribus urbanas nazis por todo el mundo son testimonio de ello?

Los berlineses viven una ligera esquizofrenia, por un lado tienes el espectacular monumento de Libeskind a los judíos asesinados en Europa y a pocos metros toda la Wilhemstrasse donde se hallaba el barrio administrativo del III Reich apenas sin señalizar. Ahora hay cierto
revisionismo, pero no acaban de pactar con sus demonios, valga el título de mi libro. Y respecto a los neonazis, en fin, volvemos al problema del maniqueísmo y de la educación.

 

“tenemos derecho a un reconocimiento social y económico por nuestro trabajo. Un escritor no es menos artista ni tiene menos ética por cobrar”

 

Pese a sus “Demonios” -o gracias a la convivencia con ellos-, la ciudad de Berlín acaba de ser galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, usted conoce en profundidad esta ciudad, ¿cuál es su opinión al respecto?

Estoy muy contento, se lo merece. Berlín es el punto donde, en medio del oprobioso centelleo de la guerra, se soldó la vieja Europa con la nueva. En ella empezamos a darnos cuenta definitivamente de que los intentos de redimir al género humano siempre tendrán consecuencias funestas, y que sacrificar el presente en favor de los constructores de mundos felices acaba invariablemente degenerando en monstruosos y sangrientos despotismos.
Una ciudad con esa genuina capacidad para reinventarse, para encarar nuevos retos más allá de cualquier frontera o desastre, la hace especial. Muy especial.

Aventura, Thriller, Bélica, Histórica… su novela es una muestra de lo difícil que resulta esa clasificación por géneros.

En realidad es fácil clasificarla, mi novela sólo es de un género: el género humano.

¿Siguiendo con los géneros, podría afirmar que Los demonios de Berlín es también una historia de amor?

Yo afirmo lo mismo que Knut Hamsun, ese fantástico escritor nazi que tiene el Nobel: las novelas que no hablan de amor no saben de lo que hablan.

Quizás la mejor clasificación que un autor desee para su libro es la de best-séller… ¿está de acuerdo con ello?

Yo quiero ser leído por la mayor cantidad de gente posible, porque eso no va en detrimento de la calidad. Y por supuesto, yo defiendo las novelas bien entendidas que no pretenden quedarse en un esqueleto facilón, de carcasa hueca, es decir, afirmativa, sino en un ingenio interrogativo. Nada de fórmulas de éxito asegurado, con personajes estereotipados, buenos y
malos, de giros insólitos, revelaciones místicas, potajes de lenguaje masticado y “Happy End”, o no sólo eso, sino que además ha de alternar toda esa artesanía con la emoción, con llegar a la profundidad a través de la seducción, con motivar, informar, visualizar, fascinar… crear deseo. Y entremedias, hablar de la culpa, del rencor, del incesto, de la carne, de la herida, de la existencia, de la muerte, de la belleza.

¿Admite la comparación con Arturo Pérez Reverte?

El señor Pérez-Reverte es un tipo con valor que en un momento dado se enfrentó a un stablishment de falsos profetas de la literatura que se estaban cargando la novela –algo parecido a lo que hizo el Noveau Roman en su momento-, y que ganó. Además separó perfectamente el discernimiento dela magia de los grandes textos de la impertinencia burlona con que hay que tratar el pedantismo que esos textos inspiran. Todo mi respeto y toda mi
admiración. Asimismo un señor que ha hecho El maestro de esgrima pertenece a la historia hace ya tiempo. No obstante, y aunque compartimos intereses comunes, él es Arturo Pérez-Reverte, y yo soy Ignacio del Valle.

Nota común con él y en las tres novelas de la serie es su ritmo cinematográfico, no exento de reflexión interior, pero sí muy ágil… ¿responde a una influencia personal o es más un recurso literario?

Mi literatura es muy visual porque mi memoria es muy visual. Siempre he ido de la literatura al cine y viceversa, sus imágenes, sus estructuras, sus movimientos de cámara están imbricados con mi código genético y es normal que a la hora de escribir se refleje en la página.

Parece que está a punto de llegar la adaptación al cine de El tiempo de los emperadores extraños, ¿puede anticiparnos algo sobre ello?

Pues que se encuentra ya en la fase final. Una producción que se ha tomado dos años para acabar el guión, da una idea de la solidez del proyecto. De momento no puedo contar más, pero tengo mucha confianza en la adaptación.

Esa novela ha sido un punto de inflexión en su carrera, fichaje por Alfaguara, éxito internacional -destacable el de la serie en Portugal- y miles de ejemplares vendidos, ¿cómo ha vivido y que responsabilidades añade ese éxito?

Pues vivo los éxitos igual que las derrotas: trabajando. Me alegra mucho, pero no cambian demasiado mis particulares planes quinquenales ni las responsabilidades que yo mismo me atribuyo. Sigo siendo un artesano que está orgulloso de su oficio y que busca la seducción, el desconcierto, la belleza, el humor, el placer, todo lo que carece de pretensiones artísticas
en el sentido más afectado de la palabra.

Hemos hablado hasta ahora de sus novelas “Andrade”, pero una ventaja del lector “de biblioteca” es que puede revisar el conjunto de la obra de un autor, que van a encontrarse en un título como Cómo el amor no transformó el mundo.

No me canso de reivindicar esa novela. Creo que es la más personal, escrita en una época de ruptura, de infinita tristeza y ausencia de amor. Un amor que es una constante en mi obra, sus servidumbres y placeres, sus patologías. Cuando llega, el amor transforma temporalmente el mundo de cada persona, al igual que su falta, y en esta novela trato de hacer una
geografía del mismo, en todas las manifestaciones que yo conozco, un montón de relaciones entreveradas, hombres y mujeres interaccionando emocionalmente en entornos urbanos.

 

“vivo los éxitos igual que las derrotas: trabajando”

 

El abrazo del boxeador le supuso el Premio Asturias Joven de Narrativa, ¿es mucha la distancia con esta obra?

Pues echa la cuenta de los años. En todo este tiempo uno como persona y como escritor cambia, los intereses se amplían, las relaciones evolucionan, y quien escribió esa novela se parece poco a la persona que escribió Los demonios de Berlín. Pero todo forma parte de un proceso, no puedes renunciar a tus huellas porque son las que te han permitido llegar al lugar que ocupas ahora.

¿Cómo valora el papel que juegan los Premios Literarios y más en concreto, el de este Asturias Joven?

 Esencial. Yo soy un gran defensor de los premios, porque cuando se empieza solo y sin ningún tipo de ayuda, como fue mi caso, son una manera perfecta para tener dinero, darte a conocer y foguear tu escritura. Más tarde, tus mismos intereses te irán balizando si debes o no continuar en esa dinámica. Y, por supuesto, estoy muy agradecido al Asturias Joven por haberme permitido sacar a la luz un abrazo del boxeador que, a lo mejor, en otro
caso, nunca hubiera sido publicado.

Los autores de novela histórica, por aquello de la documentación, suelen ser buenos usuarios y buenos publicistas de nuestras bibliotecas públicas… ¿es su caso?

Siempre digo que la patria de un escritor es su biblioteca. Y que yo soy escritor gracias a la biblioteca pública de Oviedo. Gracias a ella comprendí que se había enseñado a respetar demasiado a la literatura en vez de a amarla. En ella yo leía libros que estaban vivos y que me producían placer, aunque fuese perverso. Yo no he escrito Los demonios de Berlín porque hiciese análisis de oraciones o me empapase en estudios críticos, sino porque devoraba a Sherlock Holmes o Enid Blyton. Además ese mismo concepto de público, de accesible, acaba con ese mito estúpido de la literatura como reductos de élites, de minorías y de aristocracias
culturales.

Buscando una explicación, cree que la tradición lectora de nuestra región puede haber sido una pieza importante para alcanzar el buen momento que está viviendo la literatura asturiana, con un buen número de autores en la primera línea nacional?

Evidentemente habrá más factores, pero un escritor ha de ser siempre un gran lector. Lo que está claro es que vivimos una nueva edad de oro en Asturias, con un número de autores en primera división que dudo mucho que jamás se haya dado, y que a lo mejor no se vuelve a dar nunca más, y esto lo digo para que colaboremos más entre nosotros.

Claro que la pregunta podría ser otra: ¿cree que puede hablarse de una literatura asturiana, o de cualquier otro marco regional?

No existe la literatura asturiana o congoleña o alemana o china, sólo hay literatura. Punto. Lo que escriba un escritor de Zimbawe tiene que poder leerse sin problemas en Panamá.

Es habitual preguntarle por las referencias literarias, permítame enmarcar la pregunta en el marco asturiano, ¿qué autores asturianos han podido ser en algún momento una referencia literaria para usted, como autor o como lector?

Mira, siempre me ha fascinado La Regenta, pero si he de serte sincero mis influencias cardinales han sido estadounidenses. Siempre he querido escribir El gran Gatsby, y me moriré con el mismo deseo. Aunque últimamente me ha deslumbrado Jugadores de billar, de José Abello.

Todos estamos a la expectativa de la evolución del libro electrónico, ¿cree que se impondrá como formato de lectura?

Es un hecho. La revolución tecnológica y las nuevas generaciones apuntan en esa dirección. No es una tragedia, es el viento de la historia, y además tampoco importa demasiado el soporte, lo que importa es el contenido. No obstante, tampoco deberían de preocuparse los amantes del libro de papel, entre los que me incluyo, porque este convivirá durante una larga temporada, y adquirirá el carácter de fetiche.

 

“no existe la literatura asturiana o congoleña o alemana o china, sólo hay literatura. Punto”

 

Usted es un ejemplo de lucha por la profesionalización literaria. En un momento de su vida lo dejo todo por conseguirlo. ¿Ha merecido la pena el esfuerzo?

Por supuesto. Siempre merece la pena luchar por los sueños, aunque fracases al principio, porque la vigencia se logra a base de fracasos. Y respecto a la profesionalización, si algo caracteriza a la literatura es su aceptación de la realidad -para luego hacer con ella lo que quiera, sí, pero previa asimilación-, y como tal también es un producto que se vende para que los escritores podamos comer. El espíritu trovadoresco del artista que trabaja gratis o por la voluntad no tiene sentido desde el momento que somos profesionales y, por lo tanto, tenemos derecho a un reconocimiento social y económico por nuestro trabajo. Un escritor no es menos artista ni tiene menos ética por cobrar.

Página 314, uno de sus personajes comenta: “Abandonar, empezar de nuevo, sino no podríamos crecer”, ¿lo hacemos extensible a la filosofía del autor?

Siempre he afirmado que hay dos cosas en la vida que son esenciales para madurar: una, saber quién eres, dos, aprender a abandonar. Sí, forma parte de mi filosofía.

 

(Publicado en Biblioasturias15)

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