Intocable

Intocable

Eric Toledano y Olivier Nakache

A Contracorriente Films, 2011

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Sinopsis:

Philippe (François Cluzet, ‘No se lo digas a nadie’) es un hombre adinerado que pertenece a una clase social alta. Sin embargo, su vida cambiará para siempre cuando tenga un aparatoso accidente de parapente que lo dejará inválido y en silla de ruedas. Ya no podrá hacer nada por sí mismo, así que tendrá que contratar a un asistente para que le ayude a desplazarse y a cuidar de él en la casa. La persona que quedará a su cargo será Driss (Omar Sy, ‘Micmacs’), un joven de color necesitado de dinero que procede de un barrio marginal y que para colmo acaba de ser liberado de la cárcel. Aunque parecen destinados a no llevarse bien, Philippe y Driss encontrarán el uno en el otro la ilusión que les falta en sus vidas. Aprenderán a apreciar y a mezclar a Vivaldi con el hip hop, los trajes hechos a medida con la ropa holgada y el chándal y la exquisitez en el paladar con la hamburguesa callejera. Si separados son personas frágiles, juntos serán intocables.

Comentario:

Estamos ante un fenómeno: diecinueve millones y medio de personas han visto la película de Nakache y Toledano en Francia: uno de cada cuatro posibles espectadores en edad de pagar su entrada en el país vecino. Intocable ha tocado nervio en la sociedad francesa, eso es evidente. O también se podría decir que la ha anestesiado. Pero abandonemos la sociología para volver a la película en sí: ¿qué tiene esta Intocable para atraer al público en masa, francés o no? Porque el éxito se ha repetido en países tan diferentes como Alemania e Italia, donde ya se ha estrenado el filme.

Gracias a un brillante guión, Intocable tiene la habilidad de convertir asuntos cargados de tensión –marginalidad de arrabal, el color de la piel, la pobreza– en entretenimiento despojado de mala conciencia.

El buen hacer de los dos actores principales –y el pulso seguro de los directores– atempera las diferencias entre el millonario paralizado y triste y el joven salvaje. Y donde uno espera conflicto hay buen rollo, porque son una pareja que machaca estereotipos. O quizá los perpetúa, ya que la línea entre una cosa y otra es muy fina. Da igual. Al final no somos espectadores; somos cómplices.
(Salvador Llopart en Lavanguardia.com)

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias