La bicicleta de Selva

La bicicleta de Selva

Mónica Rodriguez/ il. Anuska Allepuz

Anaya

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Selva era negra y alegre, y en sus ojos, curiosamente, no estaba la selva, estaba el mar. Venía de un país lejano, con arena, venía del desierto. Un día llegó a clase y los demás niños so sabían si admirarla o reírse de ella. El protagonista, el narrador de la historia, decidió admirarla y no se equivocó. A partir de ahí empieza una amistad que sesenta años después recuerda. Volar sujetos a un paraguas, afrontar un salto de catarata en un banco convertido en un barco…Selva hacía que todo fuera distinto. Su imaginación no tenía límites. Y también tenía una bicicleta. Oxidada, sin timbre…pero era la mejor de todas las bicicletas! Tenía cosido al manillar no una cesta, sino un sombrero de paja en el que guardar cosas. Y lo principal: era una bicicleta con historia. La había usado su abuelo para salir del país y para ayudar a mucha gente. Cuando Selma le pide ayuda pues su abuelo se está muriendo y ella quiere llevarle una botella de arena que le recuerde al desierto para que no muera triste… se inicia toda una aventura.

Recuerdos de un verano que el protagonista guarda en su corazón como si, sesenta años después, Selva aun lo estuviese mirando.

Preciosa historia de amistad que según vamos leyendo nos va conmoviendo más y más. Nos imaginamos al protagonista deslumbrado con esa niña tan diferente a él en color, origen y pertenencias. Vivimos con ellos unas aventuras sorprendentes y tan llenas de la imaginación como solo los niños, y en especial Selma, poseen. Y nos quedamos con el protagonista que ya mayor recuerda, melancólicamente, ese verano que le dejó marcado para siempre.

El relato nos hace partícipes de algo tan valioso como es el acercamiento intercultural, en el que nadie pierde, todos ganan. Resalta también el valor de las cosas con historia, fuera de su valor material, y la importancia de los abuelos, a los que se ama, cuida y complace a lo largo del libro.

El texto de Mónica Rodríguez está estupendamente acompañado por las ilustraciones de Anuska Allepuz. Azules, ocres, cremas…de gran suavidad, muchas veces a doble página, que nos hacen compartir aún más las aventuras de Selva y su amigo.

Esta obra fue la ganadora del I Premio de literatura infantil “Ciudad de Málaga” convocado por el Ayuntamiento de Málaga en colaboración con Anaya. Según el criterio del jurado (compuesto por Ana María Matute, Marta Rivera de la Cruz y José Antonio Marina), La bicicleta de Selva es una obra “cargada de lirismo y extraordinariamente bien escrita”.

 

Mónica Rodríguez (Oviedo, 1969) Reside en Madrid desde 1993. Es licenciada en Ciencias Físicas, especializada en Energía Nuclear. Desde 1994 trabaja en el Centro de Investigaciones Ciemat del Ministerio de Ciencia e Innovación. En 2009 pide una excedencia su trabajo para dedicarse por entero a la literatura infantil y juvenil. Empezó a publicar en 2003: la serie Candela (Anaya), Los caminos de Piedelagua (Everest, 2007), Palabras caracola (SM, 2011), La sombra del membrillero (Edelvives, 2011)… Ha recibido diversos galardones , además del mencionado Ciudad de Málaga, como el Premio de Novela Juvenil del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón (Madrid) en 2007, el Premio de la Crítica de Asturias en el mismo año, y el Primer Premio en la XXX edición del Concurso Vila d’Ibi XXX con La última función (Anaya, 2012)

 

Anuska Allepuz (Madrid, 1979) Estudió Bellas Artes en la Universidad de Salamanca . Durante este período le concedieron una beca en la Accademie di Belle Arti di Carrara (Italia). Al terminar su licenciatura asistió a la Universität der Künste Berlín (Alemania).

Su obra fue seleccionada para participar en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia en 2009, y en el catálogo Image 36, de la Asociación de Ilustradores del Reino Unido, en 2011. Ha participado en diversas exposiciones tanto colectivas como individuales. Actualmente vive en Londres.

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias