Lectura y motivación

Las personas constantemente recurren a elementos externos, como la escasez de tiempo o la intromisión en nuestras casas de las pantallas, para justificar su falta de interés para leer textos. Los bibliotecarios nos enfrentamos a estos factores con programas de animación a la lectura cada vez mejor planificados. Sin embargo, en el diseño de los mismos pocas veces incorporamos las “variables-lector”, quizá, como mucho, la edad.

La empresa que quiere ofrecer un servicio, realiza el esfuerzo de ponerse en el lugar del cliente. Le estudia, concretiza su producto y se lo da. Sin embargo, los bibliotecarios trabajamos con una conducta difícil, como es la conducta de leer, y se la ofrecemos a unos potenciales lectores de los que creemos intuir sus necesidades. Lo que hacemos es proyectar nuestros deseos sobre los usuarios, muchos de ellos jóvenes, y les enseñamos el mismo documento indiscriminadamente tanto a los lectores que se sienten capaces de leerlo , como a aquellos para los que un libro es un problema porque pone en peligro su autoestima. Les ponemos libros delante de sus ojos y les decimos: esto es un placer, inténtalo.

En este texto vertimos unas pinceladas sobre la psicología de la motivación. Es una adaptación, a la conducta de leer, del modelo expectativa-valor de Pintrich y De Groot, basado en las últimas investigaciones de la psicología cognitiva. Son conceptos que pueden ayudar en la metodología de los programas de animación a la lectura

A pesar de las discrepancias existentes, la mayoría de los especialistas coinciden que la motivación representa “aquello que originariamente determina que una persona inicie una acción (activación), se desplace hacia un objetivo (dirección) y persista en sus tentativas para alcanzarlo (mantenimiento)”. Muchos programas de animación a la lectura se centran en “la dirección” de la citada definición. Seleccionan documentos para ayudar al usuario a elegir entre varias posibilidades lectoras. Pero la animación pretende vincular un documento y un individuo y ha de centrarse tanto en la activación, como en la persistencia de la conducta de leer. Animar, motivar, son términos relacionados con las conductas de las personas para las que trabajamos.

Como podrá el lector observar, se trata de cuestiones altamente complejas para poder dar una respuesta definitiva al tema. No es mi intención hacerlo. Sin embargo quiero ofrecer unas reflexiones sobre aspectos que me parecen de especial interés y que, sabemos hoy, son importantes para explicar algunos fenómenos que ocurren con regularidad en los procesos de trabajo intelectual, entiéndase leer o buscar información en un texto escrito en cualquier soporte.

 

La argumentación vertida se basa en los cuatro supuestos teóricos siguientes:

  • En primer lugar, en el carácter intencional de la conducta humana, lo que hace evidente que las percepciones y expectativas que tenga el lector, de sí mismo, de la tarea de leer, y de las metas que pretende alcanzar, constituyen factores de primer orden que guían y dirigen su conducta lectora.
  • En segundo lugar, la relación inseparable entre leer y comprender. Todo lector ha de alcanzar el éxito de la comprensión. El fin esencial de la lectura es comprender el mensaje, implícito o explícito, del texto. No lograr comprender un texto desmotiva a cualquiera para seguir con él entre las manos.
  • Esto nos lleva al tercer supuesto básico de mi argumentación: La lectura y la búsqueda de información nos pone en juego, expone nuestras capacidades intelectuales. ¡Peligro! Lo dice Monserrat Sartó: “leer no es fácil”
  • Y por último, el investigador en los procesos de autorregulación de la conducta, Borkowski, afirma que “cualquier acto intelectual tiene consecuencias motivacionales”, y que “tales consecuencias potencian futuras conductas de autorregulación del comportamiento”. Esta capacidad de dirigirse hacia una meta es básica para los tiempos del bombardeo informativo actual.

Motivar hacia una conducta compleja

La lectura es una conducta intelectual cuya evolución histórica aumenta cada día más su complejidad. Por un lado, el lector pasa a ser el protagonista. Interactúa con el autor y el texto. Los bibliotecarios y demás expertos en la animación a la lectura ya han leído muchas veces que el usuario no se toma como un solo receptáculo inactivo de la información sino mas bien como un hacedor de su propio conocimiento. Por otro lado, los textos, el nuevo hipertexto entre ellos, han de construirse a través de un proceso asociativo que exige al lector el desarrollo de habilidades de pensamiento. Ambos, lectores y textos, interactúan generando diferentes tipos de lecturas en un continuo, en base a la mayor o menor demanda de recursos personales, que va desde la lectura estética hasta la metalectura.

Para animar a los lectores a enfrentarse a un texto, es importante considerar tres dimensiones de la motivación que influyen en la predisposición de las personas hacia los libros.

 

¿Soy capaz de leer (comprender) este libro?

El primer componente de la motivación, según las teorías de la psicología cognitiva, es un “componente de expectativa”, que engloba, primero, las creencias que los lectores tienen sobre su capacidad para realizar la lectura. Es la “competencia percibida”. El usuario se pone ante la situación de lectura y juzga si la tarea es positiva, neutra o amenazante para su bienestar personal. Pero además, a la autocompetencia percibida, añadimos otra creencia importante: la idea que tienen los individuos del concepto general de inteligencia. Esta es una variable que también consideran los expertos que influye en la motivación para enfrentar tareas intelectuales. Las personas pueden concebir la inteligencia de dos maneras distintas. Así, nos podemos encontrar con lectores que la consideran como un rasgo estable y claramente diferenciable del esfuerzo. Piensan que a mayor capacidad, menor esfuerzo, y viceversa. Por el contrario, hay lectores que conciben la inteligencia como un rasgo modificable en función del esfuerzo y piensan que tienen relación directa, que un mayor esfuerzo llevaría consigo mayor aprendizaje y, por consiguiente, mayor capacidad.

Estas dos variables han sido claramente acotadas por las investigaciones y pueden influir en la motivación de los sujetos para enfrentarse a las diferentes lecturas (de ocio, de información, de estudio…)

 

¿Por qué leo este libro?

Sin duda hay un propósito o meta por la que un individuo se enrola en la lectura de un texto. Tenemos pues un segundo pilar de la motivación, “la orientación a meta”. Algunos autores, como Valle Arias y Gonzalez Cabanach, afirman que la elección de la “orientación de meta” depende en gran medida de la “competencia percibida” citada más arriba. De la confianza con la que se ven los individuos para enfrentarse a un texto. Las metas son muy importantes, según estos investigadores, porque determinan tanto las conductas y emociones ante el desafío de un libro, como la calidad en la ejecución de una tarea intelectual como es la lectura. Revelan una forma particular de interpretar y responder al mundo”. Pues bien, las investigaciones nos indican que podríamos clasificar a los usuarios de nuestras bibliotecas básicamente en dos tipos: aquellos orientados hacia “metas centradas en la tarea” (o metas de aprendizaje) y los orientados en “metas centradas en el yo” (o metas de rendimiento). Las dos “metas” se distinguen porque comportan formas de afrontamiento intelectual diferentes, así como diferentes formas de pensamiento sobre uno mismo, la tarea de leer y los resultados de la misma.

 

¿Cómo me siento antes, durante y después de la lectura?

¿Un estado emocional positivo es el alimento del trabajo intelectual y por extensión de la lectura? En términos generales podemos señalar que sí. Sin embargo, la relación entre las emociones y la tarea de leer no es de ningún modo simple, en el sentido de “emociones positivas”, más lectura; “emociones negativas”, menos. Específicamente, mientras los efectos de las emociones positivas pueden ser beneficiosos en la mayoría de los casos, el impacto de las emociones negativas, como insatisfacción o ansiedad, pueden ocasionar efectos ambivalentes. En esta misma línea, Polaino Lorente afirmaba “que una ansiedad moderada ante una tarea intelectual, no sólo no disminuye el rendimiento sino que puede facilitarlo. Por el contrario, un nivel muy alto de ansiedad inhibe la lectura, ya que aparece como un factor disruptivo de los procesos motivacionales para ello”. Se produce entonces la conducta de evitación.

 

Vamos al grano

Tenemos así entonces un individuo que se encuentra ante una tarea lectora. Como mínimo ha de lograr entender el mensaje del texto escrito. Leer es comprender. ¿Se siente capaz de ir comprendiendo el texto?, ¿cree que su capacidad es mejorable con el esfuerzo?, ¿cuál es su objetivo o meta para enrolarse en una lectura determinada? Se acomoda orientándose cognitivamente hacia la tarea o hacia el yo en base a las respuestas a estos interrogantes. Veremos seguidamente los dos tipos de situaciones:

 

“Cuanto más pequeño, mejor” o “No tengo tiempo”

 Las personas que consideran la inteligencia como algo fijo e inmutable, adoptan metas centradas en el yo o de rendimiento. Esto quiere decir que lo importante es obtener valoraciones positivas de los demás (el lucimiento personal), evitar fallar, o evitar juicios negativos sobre su capacidad. Estos sujetos consideran el esfuerzo propio de individuos torpes. La persona orientada al rendimiento, y con una percepción negativa de su capacidad, tiende a un patrón motivacional denominado de “indefensión”. Son reacias a las tareas complejas como la lectura y muy poco persistentes ante ellas por miedo a manifestar poca capacidad para realizarlas con éxito. Lo más probable es que eviten leer y les cueste usar estrategias de búsqueda de información. Siempre habrá a mano una excusa u obstáculo para no poner en juego su capacidad. Un libro es un examen a su inteligencia. Un texto es un problema que les provoca ansiedad, así que lo importante es el tamaño.

“El placer de mejorar” o “el tamaño no importa”

 Sin embargo, aquellos sujetos que aprecian la inteligencia como algo modificable, que se puede incrementar mediante el esfuerzo y el aprendizaje, buscan metas centradas en la tarea (Nicholls). Son personas que tienden a un patrón motivacional llamado de dominio (Dweck), es decir, quieren aprender y desarrollar su capacidad de pensar. Usan estrategias de lectura y procesos autorreguladores para superar desafíos intelectuales. Sienten curiosidad intrínseca por las cosas y no les importa fallar. Para estos usuarios de nuestras bibliotecas, un libro es un medio, es un estímulo y un placer en sí mismo.

 

El contexto motivacional y su influencia en los motivos.

En su artículo Socialización y desarrollo de los motivos, Huertas y Ardura nos dicen que la motivación la va construyendo cada uno de acuerdo con sus experiencias, de tal manera, que llegado un momento de la vida, se han consolidado varios patrones motivacionales personales diferentes en cada uno de nosotros, que se activan en función de la interpretación que hacemos de las diferentes situaciones que se nos presentan.

Esta afirmación nos sitúa ante la necesidad de evaluar ese repertorio de patrones motivacionales que cada persona tiene, y la conveniencia de saber cómo los actualiza y define en un momento de lectura y ante un texto determinado. ¿Qué piensa el lector sobre su capacidad para enfrentarse a un documento?, ¿cree que la lectura le puede ayudar a mejorar su inteligencia?, ¿el usuario lee para lucirse o lee para mejorar?, ¿son las mismas metas las que guían al lector cuando la materia es considerada como difícil, que cuando se trata de un texto fácil?, ¿discrimina el usuario de las bibliotecas diferentes metas para las diversas lecturas?, ¿los bibliotecarios facilitan metas o motivos idénticos en los mismos lectores?, etc.

Los proyectos de animación a la lectura han de procurar desarrollar en los sujetos los patrones motivacionales orientados al estudio, la lectura y la búsqueda de información. La clave está en ayudar al lector a generar mecanismos de automotivación. Si logramos esto, estaremos estimulando el deseo de seguir leyendo.

 

Félix Parajón Fernández

Bibliotecario del Ayuntamiento de Nava

Psicólogo

 

(Publicado en Biblioasturias08)

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias