Alfonso Toribio, Jovino Martínez, Roberto Alonso: Construyendo la biblioteca del futuro

Tres arquitectos asturianos, Alfonso Toribio, Roberto Alonso y Jovino Martínez, implicados en algún momento de sus carreras en la construcción o reforma de alguna biblioteca, analizan este espacio arquitectónico, en pleno proceso de adaptación hacia lo que será la biblioteca del futuro.

 

Alfonso Toribio (A.T.): Roberto y Jovino han trabajado en interesantes proyectos de bibliotecas. El único un poco diferente en que yo participé fue el de la Casa de Cultura de Llanes, con Fernando Nanclares y Nieves Ruíz, donde colocamos la biblioteca en el sitio menos adecuado estructuralmente, en la parte de arriba, porque nos interesaban las luces y vistas. Era un edificio antiguo y fue necesario construir una estructura de hormigón oculta entre las vigas de madera para soportar el peso de los libros. Fue interesante arquitectónicamente, no como biblioteca, ya que respondía al esquema clásico que evolucionó de dos ámbitos: un almacén cerrado y un pórtico para la lectura, a tres: entrada, sala de lectura y almacén de libros.

Roberto Alonso (R.A.): Sí que me ha tocado hacer alguna biblioteca integrada en un edificio, en Cangas de Onís y en La Fresneda, pero ahora estamos empezando el proyecto de la nueva biblioteca de Castrillón, que será un edificio exclusivo que responde al esquema clásico tripartito, pero que también es algo más, porque habiendo cambiado los formatos de información, ya no contamos sólo con el soporte de libro. Ese concepto tradicional está cambiando. La biblioteca tiene que ser ahora un intercambiador de información, un punto de encuentro y cumplir una nueva función social; debe haber nuevos espacios para acoger un encuentro, una charla, una conferencia, un concierto… En Piedras Blancas, además, hay un problema urbanístico por resolver, porque se trata de una ubicación endiablada, metido en una zona urbana colmatada y nosotros pretendemos que ese edificio tenga un plus de servicio, es decir, que además de ser una biblioteca, lo que ya supone un uso complejo, sirva para suturar un tránsito peatonal y urbanístico. Porque ésa también es nuestra obligación, cumplir lo que se nos pide y dar un poco más.

Jovino Martínez (J.M.): Yo intervine en la rehabilitación de la Biblioteca de Asturias y fue para reformar las plantas baja y primera con dos objetivos: flexibilizar la ordenación existente, porque las nuevas tecnologías requieren de nuevos espacios, organizados de otro modo, y dotar de un carácter más alegre y afable a un contenedor adusto y hostil como era el anterior. La planta baja, donde la gente consulta revistas y lee la prensa, tiene una evidente función social, además de que las nuevas generaciones usan cada vez más la biblioteca como aglutinador de estudio, así que había que convertirla en un espacio más amable.

A.T.: Jovino tuvo mucha suerte con ese trabajo. Recuerdo un proyecto que nos encargaron a Martín Berenguer y a mí, y al llegar descubrimos un prado precioso con un caballo donde debíamos levantar un edificio de viviendas colectivas. Berenguer dijo: Me temo que aquí sólo podemos hacer ‘peoras’. Era todo  tan bonito que no podía mejorarse, pero en el caso de Jovino, el proyecto de la Biblioteca de El Fontán era bastante malo de origen, así que contaba con la ventaja de que siempre quedaría mejor que antes.
R.A.: Pero siempre es mejor trabajar con premisas, para mí es fundamental. Tener unas reglas claras de juego te ayuda a estrujarte más la cabeza.

A.T.: Estoy de acuerdo. Alejandro de la Sota decía que no existían inconvenientes, sino datos de proyecto, y es verdad. Cuando estaba en PREU y tenía que elegir carrera yo dudaba entre Bellas Artes o Historia, y de pronto me dije: No, arquitectura, que siempre te ayuda la exigencia del programa. Lo veía como una muleta que te ayuda, no como un inconveniente. El mejor cliente no es el que viene y te dice eso que la gente cree que queremos oír: Haga usted lo que quiera. No, no. Mire usted, yo quiero que me cuente todo, incluso si lee revistas en el retrete. Es necesario para que la casa funcione.

J.M.: En arquitectura la libertad no existe, por definición. Siempre responde a un lugar y eso establece un montón de premisas. Sin olvidar que también hay un presupuesto, que es otra condición fundamental.

 

“La biblioteca tiene que ser ahora un intercambiador de información, un punto de encuentro y cumplir una nueva función social”
Roberto Alonso

 

A.T.: De ahí la razón principal de que el proyecto de Santiago Calatrava en Oviedo sea un mal proyecto. Tiene porvenir, como se decía en un artículo de Architectural Record, como edificio anuncio, porque se parece mucho a una afeitadora Braun.

J.M.: Es un mal proyecto porque es un edificio absolutamente descontextualizado.

R.A.: Por eso es mejor no tener un ideal de biblioteca, porque si lo tienes corres el peligro de querer materializarlo, y es lo que dice Jovino, hay que enfrentarse al sitio, al lugar y al programa, pero sin prejuicios previos. Es fundamental estudiar, tener datos y conocimiento, eso es básico para proyectar, pero nunca se debe partir de supuestos.

A.T.: Como bien dijo antes Roberto, una biblioteca hoy es otra cosa, es mucho más que lo que contiene. Los usuarios tienen que interactuar, el esquema tradicional de pregunta-respuesta ha evolucionado y en el nuevo espacio web entra el bibliotecario, entra el usuario y entra todo el mundo. Esa flexibilidad virtual debe existir también en el espacio físico principal, que tiene que ser capaz de adaptarse a ser compartimentado, ampliado y destinado a otros usos. El espacio de acogida debe ser diáfano y las circulaciones claras, algo que, aunque es evidente, no siempre se cumple. Pienso en una de las bibliotecas más reconocidas del siglo pasado que está hecha al revés y es un mal proyecto: la Biblioteca Nacional de Francia que diseñó Dominique Perrault es un disparate. No se puede tener el almacén de libros en las torres de luz y colocar la sala de lectura en la parte baja y oscura. Los libros sufren y todo por la cosa simbólica de que los libros estén dentro de unas cositas en forma también de libros.

 

“Una biblioteca hoy es otra cosa, es mucho más de lo que contiene”
Alfonso Toribio

 

J.M.: Quizás es que a los edificios de nueva planta debemos llamarlos ‘mediatecas’; establecer un concepto que se está manejando ya y que responde a un contenedor mucho más actual y a los nuevos usos sociales que acoge. Quizás el almacén de biblioteca responde al libro y una época que está superada y ahora tenemos que hablar de otros edificios mucho más flexibles, más abiertos. Algo así como plazas públicas y foros sociales con contenedores  mucho más versátiles.

R.A.: Como la Biblioteca Central de Seattle, de Rem Koolhaas, un edifico enorme que responde más al concepto de centro comercial americano que a una biblioteca clásica europea. Es impresionante por el alarde técnico, pero no deja de parecerse a un gran centro comercial.

A.T.: En ese sentido, el Centro de Arte Contemporáneo y Mediateca de Nimes, de Norman Foster, es de los mejores proyectos que conozco. Tiene que relacionarse con las ruinas clásicas y resolver muchos problemas que Foster solucionó, seguramente porque no tuvo ni cortapisas ni ordenanzas. Hay un artículo muy  interesante, Color, materiales y luz en las bibliotecas de la red de Barcelona, de Ignasi Bonet e Immaculada Sabater, que muestra una serie de proyectos donde se aprecia un especial cuidado en los colores, las texturas, la luz y los matices, que creo que son herederos directos de esa Biblioteca Viipuri de Alvar Aalto, que fue una innovación en la arquitectura bibliotecaria, con techos como casquetes esféricos que además de aportar la luz remiten, como hacía Chillida, al universo y a los planetas. Poseen una dimensión simbólica y una sutileza de la que adolecen muchos proyectos del señor Rem Koolhaas y que, sin embargo, están en los buenos arquitectos españoles y en todas esas bibliotecas, junto con algo  que a mí me obsesiona y que es el uso de la luz. Un elemento fundamental en este tipo de obras.

J.M.: Sin olvidar otro edificio mítico como la Biblioteca Pública de Estocolmo, de Gunnar Asplund, con un bloque principal en forma de cilindro que es pura simbología y que recoge después Jorge Luis  Borges en su relato La biblioteca de Babel.

 

“Lo que me parece interesante de la biblioteca es el contacto social, el abrir un libro y tener a otra persona a tres o a cuatro metros”
Jovino Martínez

 

R.A.: Es difícil saber cómo serán las bibliotecas del futuro. Seguramente ni siquiera habrá que ir a ellas para obtener la información que ahora buscas. Se irá para intercambiarla con otras personas e interactuar en un espacio que lo llamarás foro, como dice Jovino, o de cualquier otro modo.

J.M.: Este debate ya podríamos estar teniéndolo hoy en lugar de tratar de prever el futuro y, sin embargo, conectamos individualmente con la información desde nuestra casa, al mismo tiempo que sentimos la necesidad de compartir determinados actos con otras personas, porque el ser humano no se mueve en la soledad más absoluta. Lo que me parece interesante de la biblioteca es el contacto social, el abrir un libro y tener a otra persona a tres o a cuatro metros.

A.T.: Quizás podamos establecer un paralelismo con el cine. A mi me encanta e iría al cine si las salas siguieran estando en el centro de las ciudades  y si la gente no hiciera ruido y comiera palomitas  en las buenas películas. ¿Qué es lo que está pasando? Que al final es una cuestión de presupuesto, de comprarte la tele mas grande para terminar viendo el cine en casa.

 

J.M.: Pero lo que consigues es una sensación intermedia porque no es la sala de cine. Los chicos de diecisiete a veinte años se reúnen hoy a estudiar en las bibliotecas, no se quedan en sus casas, luego hay un fenómeno social que está ahí. Y el edificio se tendrá que adaptar a las nuevas tecnologías porque el medio que contiene ha cambiado por completo.

A.T.: Ahora mismo las bibliotecas, y lo veo muchas veces en la de El Fontán, están cumpliendo una impresionante función social con las clases más desfavorecidas y eso sólo un edificio físico lo puede realizar. Pero sea cual sea ese futuro, lo único que espero es que no desaparezca el acto de leer. Estoy convencido de que el acto de leer te exige un mayor esfuerzo de inteligencia que consumir imagen. Leyendo tienes que imaginarte los personajes, la situación, los paisajes…, y después, además, tienes que atender a la acción. Eso los medios audiovisuales te lo dan hecho.

R.A.: Leer te permite mas autonomía, puedes llevarte los libros y leerlos en cualquier sitio, mientras que el cine, no. Supongo que terminaremos por acostumbrarnos, pero si te gusta el papel, como a mí, te encanta tener los libros, incluso comprarlos, aunque no tengas demasiado tiempo para leer, y disfrutar viéndolos.

 

A.T.: Nos piden que recomendemos un disco, un libro o una película para los lectores de Biblioasturias. Es difícil elegir, hay libros maravillosos, como Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, o Vidas construidas: Biografías de arquitectos, de Anatxu Zabalbeascoa y Javier Rodríguez Marcos, sin olvidar La arquitectura del poder, de Deyan Sudjic, que tiene mucho con ver con los arquitectos “estrella”.

R.A.: Yo recomiendo un libro que estoy leyendo ahora y que me está gustando mucho, Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, con una estructura coral que tiene mucho de arquitectónica.

J.M.: Yo recomiendo un libro que es de cabecera para nosotros, muy fácil de leer, que es  Atmósferas, de Peter Zumthor, que habla sobre la capacidad de los edificios y sus entornos para ofrecer a la gente un buen lugar para el desarrollo de sus vidas, porque la arquitectura tiene que ser, sobre todo y por encima de todo, funcional.

A.T.: En arquitectura no puede haber otra corriente más que la funcional.

 

 

(Publicado en Biblioasturias18)

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