‘El amante de la reina’, el salto a la novela de Sixto Sánchez Lorenzo

Probablemente casi nadie sabría decir quién fue Hans Axel von Fersen, un nombre que aparece de forma secundaria en la biografía que Stefan Zweig escribió sobre María Antonieta. Pero Sixto Sánchez Lorenzo decidió seguir tirando de aquel pequeño hilo y descubrió que este conde sueco no sólo había mantenido con María Antonieta un amor indestructible y nada frívolo, sino que fue un enlace fundamental en las relaciones diplomáticas entre Suecia y Francia durante la época de las revoluciones populares contra las monarquías. De estos personajes olvidados por la Historia que jugaron un papel clave en ella, de la Revolución Francesa, del París de la Ilustración y el Versalles de Luis XVI nos habla El amante de la reina, la primera novela de Sixto Sánchez Lorenzo. Este ovetense, catedrático de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Granada, es autor de una extensa obra científica y un ensayo satírico sobre la universidad. María Antonieta y se amante han conseguido, empujándole, que salte a la novela.

Sobre ese salto hablamos en el claustro y biblioteca de la Universidad de Oviedo unas horas antes de la multitudinaria y emotiva presentación de su novela, celebrada en la Librería Cervantes, que le permitió reencontrarse con numerosos amigos asturianos.

 

 ¿Quién es Hans Axel von Fersen?

Axel fue un aristócrata, hijo de uno los políticos más influyentes del Reino de Suecia, que disfrutó de una educación esmerada y tenía a su disposición una fortuna considerable. Por añadidura fue uno de los hombres más apuestos de su época. Toda la fortuna que le ofrecía la vida, sin embargo, la sacrificó en nombre de una lealtad personal.

 ¿Cómo se encontró con esta historia?

Empecé a interesarme por un personaje tan poco conocido a través de la biografía de María Antonieta escrita por Stefan Zweig. Las referencias a Axel von Fersen me llamaron la atención, en particular por el arrojo con que había tratado de salvar la vida de la reina. Comencé entonces una investigación más profunda, en particular a través de sus diarios y epistolarios que, por suerte, escribía en francés… Cuanto más profundizaba en el personaje, más novelesca y extraordinaria me parecía su peripecia vital, así que llegó un momento en que pensé que merecía la pena tratar de novelarla.

Axel narra la historia en primera persona, y usted, mientras la escribía, de alguna forma tuvo que convertirse en él. ¿Cómo fue esta “posesión”?

Su apreciación es muy perspicaz, porque fue exactamente así. Contaba con las referencias históricas y los testimonios de quienes lo conocieron, pero sobre todo tenía en mis manos sus cartas y sus diarios, y podía escuchar su voz, percibir sus sentimientos, descubrir incluso las contradicciones entre sus confesiones íntimas y sus cartas, revelando cuándo era sincero o mentía… Decidí prestar de alguna forma mi escritura a su voz, y que él nos hablara en primera persona. Al escribir, ejercía de actor más que de escritor y buscaba una suerte de trance, de absorción de su personalidad, como bien dice: una “posesión”. El reto literario consistía en trasladar no sólo su forma de sentir, sino en traducir al español la manera en que se expresaba en aquel francés dieciochesco tan elegante y a la vez sencillo… Mi intención era que el lector se olvidara de mí y lo escuchara a él desde las primeras páginas.

Aunque dé título a la novela, la historia de amor con María Antonieta no es el mayor logro en la vida de este conde sueco. ¿Cuál destacaría usted?

Fue un hombre que, pese a su origen y su educación, nunca guió sus pasos por convicciones políticas o intereses de clase, sino por un sentido extraordinario de la amistad y de la lealtad, y creo que ese rasgo lo hace mucho más universal, contradictorio y cercano. Además de María Antonieta, Catherine Leyel, una burguesa, y Leonor Sullivan, una danzarina, fueron las dos mujeres más importantes de su vida. Su amistad con Lauzun o su devoción a su hermana Sofía son igualmente paradigmáticas. Y en medio del conflicto revolucionario, lo más extraordinario es que él organizó toda una contrarrevolución únicamente para salvar a una amiga, no a la monarquía. Su lealtad a Gustavo III, a pesar de la enemistad entre el rey y su padre, le llevó a defender los derechos dinásticos de su hijo y de sus nietos, y ello le costó la vida. En realidad, su vida y su muerte rinden tributo a su sentido de la lealtad y de la amistad.

Ninguna ficción puede reflejar una historia de amor tan auténtica y conmovedora”

Sin embargo, la historia de amor de Axel y Antonieta es de las que hacen época…

Ninguna ficción puede reflejar una historia de amor tan auténtica y conmovedora. Basten dos hechos para confirmarlo: cuando María Antonieta está a punto de salir de su prisión para subir al cadalso, una de las últimas notas que escribe se la envía a Axel von Fersen. En el facsímil de esta carta se puede leer, a pesar de la caligrafía nerviosa, una despedida y una declaración de amor: “Adiós, mi corazón os pertenece por completo”. Cuando, casi veinte años después, los curiosos y la policía rodean el cadáver de Axel von Fersen en las calles de Estocolmo, su cuerpo está desnudo: únicamente conserva una media, pero en un puño aferra el mechón de cabellos de María Antonieta que siempre llevaba consigo y, en el otro, el reloj con las iniciales de ambos que ella le había regalado. Su relación, desde luego, fue cualquier cosa menos frívola.

María Antonieta es un personaje más cincelado por la leyenda que por la historia. Desde el mítico “si no tiene pan, que comen pasteles” que falsamente se le atribuyó, hasta el carácter folletinesco de “el asunto del collar”. ¿Cómo era la verdadera María Antonieta?

La imagen que la leyenda nos ha legado de María Antonieta es completamente falsa. La historia del collar es conocida sobre todo por la obra de Dumas, y en realidad se acerca mucho a la verdad: un vulgar intento de estafa en que la reina no tuvo responsabilidad alguna. La reina fue víctima en vida de una propaganda negativa orquestada por la propia aristocracia enemiga de Austria, especialmente por el duque de Orleans y su secretario, el famoso Chodelos de Laclos, autor de Las amistades peligrosas. No era, desde luego, una mujer versada ni especialmente bella, pero sí sabemos que tenía un encanto natural casi magnético, odiaba la etiqueta, demostró un gran coraje y fue una madre abnegada. La propaganda revolucionaria llegó al extremo de acusarla de masturbar a su propio hijo. Desde luego, esta acusación era tan falsa como la de su presunto desorden de conducta amorosa, pero el caso es que esta imagen infundada ha logrado pervivir. Aún hoy se detectan intentos serios por rehabilitar la imagen de María Antonieta, prueba de que es necesario.

difícilmente encontraríamos en la historia un escenario más interesante que el París de finales del siglo XVIII. En buena medida, vivimos todavía en él”

Dice una maldición china: “ojalá te toque vivir épocas interesantes”. ¿Es la maldición que padecen los protagonistas de su libro?

No me cabe duda: tuvieron la mala suerte de estar en el lugar y en el momento inoportunos, dada su posición social. Por lo demás, difícilmente encontraríamos en la historia un escenario más interesante que el París de finales del siglo XVIII. En buena medida, vivimos todavía en él.

La Revolución Francesa es fruto de una crisis urbana, propiciada por la crisis financiera que trajo una bélica, y aderezada con el abuso de una clase dominante ajena por completo a las necesidades de una población cada vez más desesperada.  ¿Nos suena de algo?

Por supuesto, hay muchas concomitancias con el momento en que vivimos. Entonces no existía un Estado del bienestar y la indignación pronto se trocó en desesperación. En nuestro mundo, más avanzado socialmente y más complejo políticamente, este tránsito está siendo más lento, pero parece que igualmente inexorable; y entonces, tal vez, asistamos a una nueva Revolución que reivindique de nuevo la soberanía del pueblo, ahora perdida en manos de los nuevos monarcas absolutos, a quienes algunos llaman “los mercados”.

tal vez, asistamos a una nueva Revolución que reivindique de nuevo la soberanía del pueblo, ahora perdida en manos de los nuevos monarcas absolutos, a quienes algunos llaman “los mercados”

¿Cuál fue el descubrimiento que más le sorprendió mientras se documentaba para escribir esta novela?

La novela histórica te obliga a una concienzuda labor de investigación para evitar anacronismos. Hay pequeños descubrimientos que nos llaman la atención: por ejemplo, el hecho de que los hombres lucieran pendientes, que el término “girondino” no existiera durante la Revolución, pues fue un invento de Lamartine mucho después, y mil pequeños detalles. Pero quizás lo más sorprendente al indagar sobre la trayectoria personal de Axel von Fersen fue descubrir que los movimientos políticos, diplomáticos y bélicos que la historia atribuye a reyes, estadistas y gobiernos, se deben en realidad al empeño personal de personajes anónimos que no ocupan los renglones de la historia oficial. La fuga de los reyes hacia Varennes fue obra de un amante de la reina (Axel), de una danzarina que era amante del amante de la reina (Leonor Sullivan), del amante de la amante del amante de la reina, a la sazón espía inglés (Quintin Craufurd), de una baronesa desconocida (de Korff) y de un embajador ruso (Simolin)… Si hubieran avanzado dieciséis leguas más, esta camarilla habría cambiado el curso de la historia y tampoco sabríamos casi nada de ellos.

¿Qué papel jugaron las bibliotecas en su proceso de documentación?

Imprescindible, porque muchos de ellos son muy raros o están descatalogados. También fue de gran utilidad poder contar con Internet, pues de otro modo no habría podido acceder a buena parte de ellos. Tuve que esperar meses para que alguna fuente apareciera a través de las señales de alerta que iba dejando en las páginas web que coordinan librerías de viejo de todo el mundo. Obviamente, durante algunas estancias en París pude obtener acceso a algunas bibliotecas y hemerotecas, pero la base la obtuve en librerías recónditas, gracias a la Red.

¿Y durante la Ilustración?

La Ilustración supone el cambio más radical en la cultura occidental desde la Paideia de la Antigua Grecia. Fue un proceso en que el afán por conocer la verdad se sobrepuso a la superstición ‒el infame, que decía Voltaire‒. El que la ciencia pasara al primer plano de la preocupación social y que dicho afán de saber, simbolizado por “La Enciclopedia”, contagiara incluso a los monarcas, explica en buena medida el auge de países como Francia, Inglaterra, Suecia y Alemania, y el declive de otras viejas potencias que, como España, quedaron ancladas en la superstición y perdieron el tren del progreso: el concepto de biblioteca desmerece cuando existe una lista interminable de libros prohibidos. En aquella época había en Francia muchos analfabetos, sin duda, pero el pueblo conocía los planteamientos de filósofos como Rousseau, que tuvieron el acierto de hacer llegar a las clases más bajas los rudimentos de su nueva filosofía. A veces pienso que, a pesar de la lluvia de información que nos rodea, nuestra sociedad es mucho más ignorante y que su dificultad para rebelarse frente a tanta infamia radica en ello. De hecho, la ortodoxia económica del mercado es la superstición de nuestro tiempo.

 la ortodoxia económica del mercado es la superstición de nuestro tiempo”

“Las luces de la razón no han iluminado tanto en lugar alguno”. ¿Aquel París existió o simplemente fue un sueño?

Existió, desde luego, y la prueba de que existió somos nosotros. Sin aquel París, no seríamos quienes somos.

De los personajes históricos que aparecen, ¿sobre cuál le resultó más difícil escribir?

Tal vez lo más difícil fue dosificar al personaje de María Antonieta. Su repercusión histórica y mediática es tan evidente, que temía que distrajera la atención sobre el personaje central, que evidentemente es Axel von Fersen.

¿Realmente Gustavo IV Adolfo se sentía predestinado a ser el vencedor del Anticristo?

Eso parece. Gustavo IV era un pobre hombre, un alma cándida, que fue abducido por un misterioso personaje, esotérico y espiritista, una especie de Rasputín… Sus decisiones políticas y diplomáticas fueron nefastas para Suecia, a pesar de las advertencias de Axel von Fersen. Evidentemente, no salió muy bien parado de su intento de acabar con Bonaparte.

Si Voltaire levantara la cabeza, no se horrorizaría, sino que empezaría a despotricar contra el Fondo Monetario Internacional, la Banca Mundial, y todas las teorías del mal llamado “liberalismo económico”

Ralston Saul llama “los bastardos de Voltaire” a aquellos que se han hecho con el poder en Occidente y lo administra en provecho propio, en secreto, con lenguaje incomprensible para los que no son letrados. ¿Cree usted, como Raslton, que si Voltaire apareciera entre nosotros se horrorizaría de lo que hemos hecho con la razón?

Si Voltaire levantara la cabeza, no se horrorizaría, sino que empezaría a despotricar contra el Fondo Monetario Internacional, la Banca Mundial, y todas las teorías del mal llamado “liberalismo económico”. Voltaire era un ferviente creyente, pero atacaba la Iglesia como institución dominadora. Defendía el libre pensamiento y la libertad individual, pero desenmascaraba cualquier forma de dogma dirigida a la dominación. Hoy somos tan esclavos como entonces, y como entonces hemos perdido la soberanía en manos de unos bastardos que han pervertido el término “libertad” para ejercer un poder absoluto con el terror como arma. Debemos, pues, combatir la infamia (“écrasez l’infâme”) como el propio Voltaire nos sugería.

La historia de Suecia es bastante desconocida en España, puede que porque nunca hayamos tenido conflictos bélicos con este país. ¿Qué papel jugó Suecia en los acontecimientos que marcaron al mundo en el siglo XVIII?

En efecto, Suecia es un país que tuvo pocas relaciones con España, pero cuya historia es imprescindible para entender la historia europea del siglo XVII y del siglo XVIII, aunque luego su influencia se diluyera. Pero en aquel tiempo era una potencia relevante, y de hecho uno de los personajes más fascinantes de la época, Germaine Necker, es conocida por el apellido de su marido, el embajador sueco en Francia, como Madame Stäel. Lo curioso es que Suecia jugó un papel muy relevante en los intentos y guerras contrarrevolucionarias, y encontró en la España borbónica un aliado singularmente fiel, si se compara con la errática conducta de los propios emperadores austriacos, sin ir más lejos…

 

Si le pidiesen que leyeran en alto un breve fragmente de El amante de la reina, ¿cuál escogería?

Tal vez uno que refleja la melancolía de Fersen durante su voluntario exilio en la guerra de independencia norteamericana, y que evoca de algún modo el objetivo que debe perseguir toda obra literaria, que no es otro que transmitir emociones: “…solo el amor me interesa, y no su arquitectura. No me pareció sustancial cómo llegar a él, sino el hecho de haber llegado. Dejo a los químicos y nigromantes la satisfacción de descubrir su esencia original. Ensimismados en sus propias preguntas, ellos nunca habrán de obtener las auténticas respuestas, pues los sentimientos ni se estudian ni se miden; basta con tenerlos y alimentarlos, cada cual a su guisa, para experimentarlos con determinación y disciplina, tan rigurosamente como laboramos u oramos. Y así lo dice yo, con la dedicación del alquimista, mezclando en el crisol de mi pasado las imágenes, aromas y tactos que mis sentidos ávidamente absorbieron, mi mente con celo retuvo y hubieron todos de acibarar mis días de acuartelamiento en Newport”.

Es usted autor de una extensa obra científica. ¿Cómo se salta de ahí a la novela?

Ciertamente el salto del ensayo académico al literario no es casual. Siempre he tenido inquietudes literarias, pero podría hacer un chiste: en realidad, yo no salté, sino que me empujaron. Andrés Sopeña, compañero, amigo y escritor, llevaba años insistiendo para que dejara de escribir aburridos trabajos jurídicos y diera ese salto. Con la connivencia de un grupo de amigos y escritores granadinos, finalmente vencí cierto pudor y lo hice… y espero que tenga continuidad.

 

(10 de noviembre de 2012)

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