Memoria histórica y novela negra, las dos banderas de Alejandro M. Gallo

Alejandro M. Gallo refuerza su compromiso con la memoria histórica en su nueva novela, Morir bajo dos banderas (Rey Lear, 2012), una obra en la que mantiene también su vinculación con la novela negra, pues toma de este género el pulso narrativo tan característico del autor. De ese ritmo se sirve para conducir al lector de forma adictiva por las numerosas páginas del que -hasta ahora- es el libro más ambicioso del autor gijonés, que ha conseguido fidelizar un buen número de lectores con obras como Una mina llamada infierno (2005), Caballeros de la muerte (2006), La Última fosa. Revolución del 34: caso abierto (2008), o Asesinato en el Kremlin (2011), con la que ganó el  XIV Premio Francisco García Pavón de Narrativa Policíaca.

Morir bajo dos banderas ha agotado su primera edición en apenas diez días de su estreno en las librerías, la segunda mantiene un buen ritmo de ventas y vamos camino de una tercera. Sin duda estamos ante una de las obras de autor asturiano más leídas -y más vendidas- de la temporada literaria.

Con su particular y ya reconocible estilo -didáctico, riguroso y ameno a un tiempo-, Martínez Gallo nos ofrece una obra de especial relevancia, una novela con aspiración de totalidad, que abarca todos los frentes donde hubo republicanos en la II Guerra Mundial; una novela que por primera vez dará protagonismo a dos héroes de la resistencia asturiana, los tenientes coroneles José Vitini (Gijón) y Cristino García Granda (Gozón).

Metido de lleno en su promoción, con la que está recorriendo media España, hemos podido conversar con él en la presentación realizada en La Librería “La Pilarica” de Mieres, en una entrevista en la que nos descubre los entresijos de la creación de su novela y nos adelanta nuevos proyectos literarios.

 

Deberíamos comenzar por el momento en que la idea de la novela se mete en su cabeza y guía la escritura de esta épica historia…

La espoleta revienta en 2004 con la lectura de La última gesta de Secundino Serrano. En ese momento comencé a documentarme y a buscar a los testigos vivos de esa épica historia. Comprobé que ya en 1969, Antonio Vilanova había investigado sobre los republicanos españoles en todos los frentes de la II Guerra Mundial en su obra Los olvidados, al que siguió Eduardo Pons Prades, con su voluminoso trabajo Republicanos españoles en la II Guerra Mundial, en 1975. Luego, en 2008, mi amiga Evelyn Mesquida publicó La Nueve. En el prólogo, Jorge Semprún remacha sobre las hazañas de los republicanos de esa mítica unidad militar: “Qué gran película”. Y yo me dije: “Qué gran novela”. Ahí fue cuando comencé a trasladar al papel todo lo que había investigado. Otros textos imprescindibles fueron los de mi buen amigo Basilio Trilles, El español de la foto en París, y Españoles en la Legión Extranjera francesa de Joaquín Mañes Postigo, un extraordinario trabajo en la que muestra como, en el periodo de 1939 a 1945, la Legión Extrajera francesa tuvo un marcado tinte español.

De ese inicio permítame llegar al final. Al cerrar la obra, el lector tiene una sensación de emoción y admiración hacia sus protagonistas, acaba de asistir a una epopeya de 30 años de lucha ininterrumpida contra el fascismo con la sensación de que si no fuese históricamente cierta, resultaría increíble

Sus tumbas cubriendo todos los frentes de la II Guerra Mundial dan fe de que después de la Guerra Civil española no se dieron por vencidos y continuaron luchando contra el nazismo y el fascismo. El pequeño cementerio francés de Narvik en Noruega, a ciento cincuenta kilómetros del Polo Norte, tiene nombres de españoles. El monumento a Leclerc y la II División Blindada en París, en la Puerta de Orleans, muestra orgulloso los nombres de los republicanos caídos desde Normandía al Nido del Águila. Los ochenta cementerios de la I División Ligera de la Francia Libre exhiben algún nombre español, desde Bir-Hakeim a Estrasburgo, pasando por Sicilia y Provenza. Trece placas sobre los puentes del Sena recuerdan y reconocen su gesta. Y así sucesivamente en todas las trincheras. Más que nunca se cumplió aquel verso de Bartolomé López en su oda al 2 de mayo: “No hay un trozo de tierra sin una tumba española”.

Los republicanos españoles escribieron una de las páginas más épicas de la historia del siglo XX”

En algún momento de la novela llega a calificar a estos soldados republicanos españoles como “héroes homéricos”, incluso en la parte final se refiere a ellos como “los irrepetibles”… Llama la atención que su historia fuese tan desconocida, que esta novela sea tan necesaria.

Durante la dictadura de Franco se nos ilustró de que en la II Guerra Mundial había combatido la División Azul para luchar contra el comunismo, enmascarando —para congraciarse con el bando ganador— que en realidad el dictador pagaba su deuda con Hitler por el apoyo en la Guerra Civil española y su pacto secreto sobre el reparto del norte de África. Como es lógico, finalizada la II Guerra Mundial, Franco no reconoció que los soldados de la II República combatieron en todos los frentes contra el nazismo y el fascismo. Las potencias mundiales, después de reconocer al régimen, se olvidaron de los republicanos españoles. Ellos fueron, en palabras del cineasta argentino Alberto Marquardt, «Los olvidados de la victoria». O, como los llamaba Raymond Dronne, «Los cruzados de la Libertad». Los republicanos españoles escribieron una de las páginas más épicas de la historia del siglo XX.

En Morir bajo dos banderas nos encontramos con una innovación en su forma de narrar, con el uso de un narrador en segunda persona que cuenta a uno de los personajes lo que él mismo ha vivido… Una opción que a buen seguro le ha supuesto una complejidad añadida pero que resulta novedoso y atractivo para el lector.

Un narrador en segunda persona ya lo había utilizado en mi novela Caballeros de la Muerte. Reconozco que casi nadie lo usa por ser bastante complicado, pero, de la tipología de narradores, el que más se ajustaba a mis objetivos era ése. Era más complejo, sí, pero me permitía algo que los otros me vetaban: un dialogo a tres bandas. En primer lugar con los lectores, invitándoles a que reflexionaran conmigo sobre ciertas cuestiones que el viaje de estos hombres y mujeres por el mundo provocaba; segundo, un diálogo con los vivos, mostrándoles la verdadera hazaña que protagonizaron, ya que —hablando con ellos— siempre alegan que hicieron lo que se debería de hacer; y tercero, con los familiares de los fallecidos porque muchos de ellos no entendieron las razones que motivaron que estos hombres dedicasen su vida a luchar por la libertad subordinando absolutamente todo.

Ese narrador llega a personificarse al final de la obra, en un interesante juego entre el pasado y el presente que une ambos tiempos narrativos.

Además del narrador, que me permitía las posibilidades anteriores, se encontraba el juego de los tiempos en la narración. Hablar desde el presente de aquella época tenía la ventaja de hacer un repaso de casi setenta años de historia y comprobar cómo había influido en nosotros y en ellos. A lo que añado que todo me facilitaba otro juego, cuando al final se desvela la identidad del narrador en esa transformación de un “tú narrador” en un “yo narro”.

Ante una obra tan voluminosa ha procurado realizar una buena clasificación en libros y capítulos, casi a la manera de la novela decimonónica, motivando con ello al lector y facilitando su lectura.

Eran treinta años de gesta narrados en setecientas páginas, comprenderá que debía facilitar la labor del lector. Por ello la infinidad de capítulos los dividí en cuatro libros que marcan las fases por las que pasaron los exiliados en la II Guerra Mundial.

Y la dota de varios mapas e índices biográficos que refuerzan el carácter historicista de la novela y su verosimilitud, no sé si con un afán divulgativo y didáctico

Estaba seguro de que la mayoría de los lectores no se iba a perder por las sendas que recorren los protagonistas por Europa, pero tenía mis dudas en los capítulos en los que la acción se centraba en África, desde Gabón a Túnez, pasando por Libia y el Chad. De ahí lo de ser lo más pedagógico posible y facilitar la tarea al posible lector.

Morir bajo dos banderas es una novela sobre nuestra memoria histórica, pero escrita a ritmo de novela negra”

En el transcurso de la narración transmite la sensación de que además de la documentación escrita y oral, ha tenido que recorrer un buen número de los escenarios que refleja en la novela para poder mostrarlos con especial detalle al lector.

Efectivamente, he visitado muchos de los lugares de la II Guerra Mundial en los que combatieron los republicanos españoles. En algunos casos, como fue el itinerario de La Nueve desde Normandía hasta el Nido del Águila, pasando por París, los recorrí varias veces para asegurarme de que no incurría en ningún error, ya que era la parte central de la novela. Y los sitios de batallas cruentas con la Werhmacht o las Waffen-SS contrasté sobre el terreno los movimientos de tropas, como en Écouché, Alsacia o en Estrasburgo.

Eisenhower, Patton, De Gaulle, Leclerc, Montgomery… nos brinda la oportunidad para asistir a las conversaciones entre relevantes personajes de la historia casi al mismo nivel que el resto de protagonistas de la novela.

Introduzco a estos personajes para mostrar las motivaciones de los Aliados en la toma de decisiones y lo hago a través de sus diálogos o discusiones.

Aunque para poder articular la trama de la obra crea unos personajes ficticios, la familia Ardura, que van a convivir con los reales de la época… ¿tomó como referencia para ello a algún soldado en particular?

No, en realidad son un cruce de muchas personas que sí existieron y vivieron y sufrieron las penalidades de esa época en el exilio.

El hilo argumental se va a dividir entre los miembros de esa familia, tras los pasos de la II División Blindada y “La Nueve”, los de la guerrilla del sur de Francia y los de la División Azul, recorriendo con carácter casi enciclopédico la II Guerra Mundial y otros conflictos bélicos posteriores… ¿teme el encasillamiento de la obra como una novela bélica?

No. Aunque no eludo describir cómo era una batalla –véase Bir-Hakeim, Écouché o Ksar Rhilane-, pienso que la novela contiene otros componentes más interesantes para los lectores: la memoria histórica, los credos de unos hombres y mujeres que nunca se dieron por vencidos, la vida diaria durante la II Guerra Mundial, los trabajos forzados en las minas, la reclusión en los campos de refugiados, la vida y muerte en los campos de exterminio…

“¿Qué ayuda nos disteis vosotros contra Franco?”, uno de los soldados de “La Nueve” se dirige con rencor al propio De Gaulle, con una pregunta que cobra más fuerza cuando esos mismos soldados republicanos liberan París: una tremenda y real ironía de la historia…

Es eso, una ironía de la Historia. Los apátridas, los desterrados, los transterrados como dijo José Gaos o “españoles sin España” como defendió María Zambrano, los soldados del ejército de una II República que ya no existía… son los que liberan un París tomado por los nazis. Secundino Serrano lo llama “justicia poética”. Luego les llegó el olvido, pero hay algo que nadie puede borrar, y son sus huellas, sus espectros (que diría Derrida), que regresan machaconamente para reivindicar el sitio negado en la Historia.

les llegó el olvido, pero hay algo que nadie puede borrar, y son sus huellas, sus espectros (que diría Derrida), que regresan machaconamente para reivindicar el sitio negado en la Historia”

Está muy presente la idea de la recuperación de España como el objetivo que justificaba esa continuidad en la lucha: “algún día derrotaremos a los nazis y a los fascistas italianos, y avanzaremos hacia España para que recobre la libertad”…

Ésa es la idea que llenaba sus venas. Los propios mandos militares franceses se la habían inculcado. Primero era derrotar a Hitler y Mussolini y luego caminar hasta liberar España del franquismo.

En esa lucha los soldados españoles destacaron todos los frentes, un general francés llega a comentar: “son los mejores soldados del mundo, resistieron tres años contra el fascismo”.

No olvidemos que, cuando estalla la II Guerra Mundial, ellos ya llevaban tres años de guerra a sus espaldas. Cuando Alemania cae en manos del nazismo, lo hace en unas elecciones. Italia se demora lo que tarda una marcha sobre Roma. Francia dura cincuenta y cuatro días. Ellos habían resistido el avance conjunto de cuatro ejércitos –Franco, Hitler, Mussolini y Salazar- durante tres años. En la Resistencia francesa, ellos se convirtieron en sus instructores.

Un aspecto interesante en la novela es la paulatina transformación interior de los soldados, cada vez más insensibles, aquello que el poeta llamó “la inocencia arrancada”…

Los expertos de aquella época aseguraban que más de doscientos cuarenta días en los frentes de guerra generaba “fatiga de combate”. En ese momento aparecen las alucinaciones, la locura, el miedo… Múltiples películas norteamericanas han tratado este tema en los soldados que regresaban de Vietnam. Las únicas formas conocidas entonces para combatir esa fatiga eran dos: el fanatismo, empleado por las Waffen SS, y el compañerismo, norma de actuación del general Leclerc con sus soldados. Si el límite son esos doscientos cuarenta días, es decir, ocho meses, ¿qué pasaba por la mente de soldados que llevaban en guerra desde 1936?

Los pasos de “La Nueve” ocupan una buena parte de la trama de la novela, pero también está muy presente la División Azul y la sorprendente presencia de soldados republicanos en ella

Creo que a estas alturas del siglo XXI no es un secreto para nadie –excepto para los que se niegan a admitirlo- la presencia de republicanos españoles en la División Azul. Las causas que lo motivaron fueron de lo más variopinto: limpiar su pasado ante el nuevo régimen, disminuir la pena de sus familiares prisioneros o desertar en territorio extranjero. Creo que le trabajo de Jorge M. Reverte, La División Azul. Rusia, 1941-1944, es uno de los más ilustrativos al respecto.

Ese “reclutamiento” de condenados a trabajos forzados le permite mencionar a la minería del wolfram, un mineral que supuso quizás la mayor participación de Franco en la II Guerra Mundial

Fue uno de los pagos de Franco a Hitler por su ayuda en la Guerra Civil. De esa manera se vaciaron los yacimientos de wolframio desde Extremadura a Orense para recubrir el frontal de los Panzer. Fíjese que hoy en día no queda nada en nuestro país, cuando es un metal muy necesario para todos los componentes electrónicos. En este momento en el mundo los mayores yacimientos los posee China. Nosotros podríamos ser una gran potencia mundial, pero ya no somos nadie y sabemos a quién tenemos que agradecérselo.

podríamos ser una gran potencia mundial, pero ya no somos nadie y sabemos a quién tenemos que agradecérselo”

En el parte que dedica a la guerrilla y el maquis republicano español del sur de Francia destaca el papel de dos asturianos, Cristino García Granda, héroe nacional en Francia y casi desconocido en nuestra región, y el gijonés José Vitini

Fueron dos figuras destacadas de la Resistencia francesa, del maquis del Mediodía francés. Llegaron a tenientes coroneles y dirigieron brigadas que liberaron varios departamentos de Francia, asaltaron la prisión de Nîmes, derrotaron a columnas de la Wehrmacht… Francia los distinguió con la Cruz de Guerra y con la mención de Héroe Nacional. Siento la necesidad de novelar sus vidas –unas vidas heroicas, excesivas para la mediocridad que vivimos en este siglo-, algo que emprenderé en un futuro.

En la novela arroja luz al proyecto de otra invasión, muy poco conocido y que nunca llegó a realizarse, que podría haber llegado por Almería…

Es el momento en que las tropas aliadas han derrotado a Rommel y liberado el norte de África. Todos se encuentran acantonados en el norte de Marruecos, Túnez y Argelia. Se plantean la entrada por las playas de Almería. Los acontecimientos posteriores y la nueva posición de Franco retirando la División Azul, dejando de esquilmar los yacimientos de wolframio para Hitler y regresando a la neutralidad, lo desaconsejaron.

También aparece reflejada la crudeza de los campos de refugiados y los campos de concentración y en contrapunto a esa crudeza nos ofrece la esperanza, personificada en la singular historia de “el soldado de las chocolatinas”…

No deja de ser mi particular visión de la obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett, aplicada a aquellos momentos crueles en los que todos necesitaban historias que les permitiesen recuperar la esperanza.

Para dar cohesión e hilo argumental a esta gran cantidad de frentes narrativos crea una trama en la que se deja notar su mano de novela negra, con la historia de una venganza, pero también con una historia de amor

Me gusta decir que Morir bajo dos banderas es una novela sobre nuestra memoria histórica, pero escrita a ritmo de novela negra.

Se ha generado una sociedad en la que sólo nos preocupamos de nosotros mismos y se carece de empatía hacia el prójimo”

“Supongo que todos somos víctimas de la ideología que tuvimos a los veinte años” esta es una afirmación de uno de los protagonistas de la novela, que no sé si puede ser extrapolable a los tiempos actuales…

Es siempre extrapolable a todos los tiempos. Fíjese –por ponerle un ejemplo- que los muchachos y muchachas que participaron en las revueltas del mayo francés de 1968, hoy y ayer siempre hablaron de aquellos hechos y lo que significó en sus vidas. Lo mismo le ocurre a aquellos que vivieron la Transición española siendo adolescentes.

En una de las pocas ocasiones que en la novela permite hablar al narrador se dice “A veces creo que la civilización del siglo XXI se ha blindado al dolor y al desgarro”, ¿es éste un pensamiento del propio escritor?

Hay una insensibilidad enorme. Se ha generado una sociedad en la que sólo nos preocupamos de nosotros mismos —es el famoso dicho: ¿qué hay de lo mío?— y se carece de empatía hacia el prójimo. Las palabras de Hobbes —en esta situación de crisis estructural a nivel mundial— de que el hombre es un lobo para el hombre parecen más vigente que nunca.

En la presentación realizada en Mieres desde el público le comentaban la necesidad de que esta obra -y otras que también arrojan luz sobre el olvido histórico-, llegasen a comentarse en los institutos de enseñanza…

Sería un sueño, pero daría a conocer una parte importante de nuestra historia: el exilio republicano español. Y si a los soldados del ejército de la II República –de los que yo hablo en la novela- le sumamos la intelectualidad que recorrió medio mundo, veremos que al dicho de Bartolomé López –citado antes- de que no hay un terreno de tierra sin una tumba española, habría que añadirle el de Unamuno: “Ni un trozo de cielo sin un pensamiento en castellano”.

Está en plena promoción de esta novela pero seguro le imaginamos metido ya en alguna otra batalla literaria, ¿podría adelantarnos algo sobre ella?

Tengo muchos proyectos sobre la mesa, como el que le comentaba antes de una biografía novelada de Cristino García Granda y José Vitini. De momento me estoy centrando en la promoción de Morir bajo dos banderas, dentro de unos meses me adentraré en uno de esos trabajos.

(17 de diciembre de 2012)

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