Pedro García, el librero que amaba las bibliotecas


La semana pasada fallecía Pedro García, el dueño de la librería Garluc. El presidente de la Asociación de Librerías de Asturias luchó toda su vida para acercar a la gente a los libros, defendió las bibliotecas, enseñó a leer a vecinos en su trastienda y sabía contagiar la ilusión. Un hombre irrepetible para el mundo de la literatura en Asturias.

 

Decía José Saramago que ser librero es como estar enamorado de por vida. Esto es lo que le ocurría a Pedro García: su historia con los libros sólo puede ser contada como una larga historia de amor.

Hace cuarenta años dejó su trabajo en una fábrica de metales y junto a su mujer, Maruja (ese tándem indestructible), abrió en Ventanielles la librería Garluc (Gar, por su García; Luc, por el Luces, primer apellido de su esposa).”Imaginaos si tenía ilusión por los libros que cometió la valentía de poner en aquellos años una librería en ese barrio” comenta la bibliotecaria Chelo Veiga. Ventanielles por entonces era uno de los barrios obreros por excelencia de Oviedo, y Pedro García un Quijote con libros entre las viviendas sociales. Este gran lector amaba la literatura y también veía en ella una poderosa herramienta. “Que la gente leyera para formarse” explica Luis Martín, presidente de la Asociación de Libreros de Oviedo. “Ésa era la gran obsesión de Pedro, y por eso su pasión por los libros. El barrio era sumamente obrero y veía que la gente no estaba formada. Él quería que se preparasen y aspiraran a algo mejor”. Pedro García enseñó a leer a muchos vecinos, tanto en la librería como en su casa. Su pasión era ésa: enseñar, orientar, mostrar cómo el mundo se podía hacer más grande. Su gran ilusión consistía en que la lectura se considerase fundamental, y que las personas se dieran cuenta de cuántas ventanas abría y todas las oportunidades que traía consigo. Esa librería en Ventanielles se convirtió para la gente del barrio en “un lugar de encuentro, un sitio donde íbamos a hablar”. En Garluc, aunque es una librería pequeña, tenía un rinconcito donde los más pequeños podían acercarse a la literatura: una mesa con sillas para que los niños pudieran echar un vistazo a los libros mientras las madres comparaban. Pedro García era un gran amante de la literatura infantil porque decía que era la que formaba los lectores del futuro.

Pero los libros no eran su único ámbito de lucha, aunque sí el principal: participaba en todas las actividades del barrio, era miembro de la asociación de vecinos, cantaba en un coro, formaba parte de la Peña Manolín y animaba al Real Oviedo a brazo partido (negando esa absurda leyenda urbana de que fútbol y literatura son por definición contrarios). En Ventanielles era un hombre querido y admirado, una de sus grandes arterias. “Tanto él como su mujer estaban orgullosos del barrio, colaboraban en cualquier cosa y todo el mundo sabía que con ellos se podía contar” explica Veiga. Incluso el Grupo de Lectura del barrio, como agradecimiento por su colaboración, le hicieron un homenaje “por todo el amor que nos ha dado”. Colaboración es una palabra clave en la vida de Pedro García, de ese hombre que siempre estaba engrasando la máquina de ideas y no sólo sabía hacerlas posibles, si no también implicar a otros en esa batalla.

 

Creyó en las bibliotecas toda la vida, las defendió siempre. Nunca perdía la oportunidad, fuera por donde fuera, de decir que las bibliotecas eran vitales” Chelo Veiga

Chelo Veiga, la actual bibliotecaria de Pumarín, conoció a Pedro García cuando se hizo cargo de la biblioteca de Ventanielles. “Pedro iba muchísimo por allí, colaboraba con todo, con cualquier idea; no por su negocio, sino por la ilusión que tenía en que la gente se acercase a los libros” explica Veiga. “Creyó en las bibliotecas toda la vida, las defendió siempre. Nunca perdía la oportunidad, fuera por donde fuera, de decir que las bibliotecas eran vitales”. Agustina Álvarez Julbes, exdirectora de la Agencia de Bibliotecas del Principado de Asturias, fue “tropezando” con el librero en varios proyectos, porque García era omnipresente en el mundo del libro. “Era un librero de los pies a la cabeza, de oficio y vocación” comenta Álvarez Julbes. “Creía que las bibliotecas debían acercar el libro a la gente. Siempre estaba tendiendo puntos de colaboración, buscando soluciones. Era un hombre muy empático, sabía ver las cosas desde distintos puntos de vista y ponerse en la piel de cada uno. Era fundamental para trabajar en grupo, agilizaba e ilusionaba a la gente”. Álvarez Julbes afirma que la relación entre las “librerías y las bibliotecas es estupenda y va más allá del tema comercial, porque por parte todos hay un empeño y una pasión vocacional por creer en lo que se está haciendo y sacar el libro adelante. Pedro García fue un pilar en esta relación”.

Luis Martín apunta que el dueño de Garluc luchaba por todas las bibliotecas, aunque no fuera “al uso”: todas le importaban, no sólo las públicas. Ya podían ser bibliotecas escolares, de centros sociales o de asociaciones de mujeres. Y en todo, este hombre “maravilloso y bueno por definición” ponía un empeño personal que le llevaba a luchar con ayuntamientos y administraciones, o coger su propio coche e ir a cualquier lugar a recoger escritores. Marta Magadán, editora de Septem Ediciones, recuerda cómo García defendía las bibliotecas y afirmaba que era una forma de socializar el libro. “Iba a Madrid y le conocía todo el mundo. En Asturias no somos conscientes de quién era Pedro y todo lo que luchaba”.

 

Era un librero de los pies a la cabeza, de oficio y vocación” Agustina Álvarez Julbes

Pedro García también jugó un papel crucial en el Grupo de Animación a la Lectura de la Red de Bibliotecas Públicas de Asturias. Él fue el responsable, entre otras cosas, de que acudieran a este club autores de la talla de Clara Sánchez y Manuel Rivas. “Tenía una gran pasión por lo que creía. Todavía este año, y hasta el último momento, estuvo trabajando para traer a un autor en mayo. Decía que quería lo mejor para los lectores y las bibliotecas” comenta Chelo Veiga. A pesar de que García fuese el gran motor, siempre se mostraba prudente, quería estar en un segundo plano, como si fuera ese mago de Oz que mueve los hilos pero nunca se ve. Siempre amable, discreto y cordial.

“Todo el año trabajando para que las cosas salieran bien, y él no quería sentarse en la mesa, sino pasar desapercibido” recuerda Veiga. “Es una persona que mantendremos eternamente en nuestro recuerdo”. Agustina Álvarez Julbes considera que la muerte de Pedro García es una pérdida irreparable. “Pierden los libreros y pierden los bibliotecarios. Perdemos todos. Muchas de las cosas que salieron adelante fue gracias a su empeño y, aunque esté todo encarrilado, hay que seguir tirando”.

 

Conciliador y comprometido, jamás una mala palabra o un mal gesto. Cada vez que había que apoyar al libro, ahí estaba él” Marta Magadán

Pedro García, como si fuera uno de los personajes de Cortázar, recorría al día 80 mundos. Involucrado en cuantos proyectos existían, y más aún que él se inventaba. Fue el presidente de la Asociación de Librerías del Principado de Asturias y gran impulsor de todas las actividades e iniciativas que se realizaban en torno al libro. Ocupó también la presidencia de la Asociación de Libreros de Oviedo hasta 2006, cuando tomó el relevo el actual presidente Luis Martín, y ambos, junto a un pequeño grupo de libreros de la capital asturiana, fueron artífices y precursores de la feria LibrOviedo que abrió sus puertas por primera vez en 1993. Martín, que trabajó codo con codo con García, tanto es así que los solían llamarles a los dos Mingo y Teresa, define a su amigo con tres palabras: entrañable, cariñoso e ilusionante. “Era un buen colega, un gran conversador, un hombre preparado con el que daba gusto tener una tertulia, y un luchador”. Martín recalca la ingente labor que García realizó sacando adelante LibrOviedo, el Premio Clarín o el Premio de Literatura Infantil y Juvenil en colaboración con Anaya. También colaboró con la editorial Septem en el Premio Letras. Marta Magadán, ex-presidenta del Gremio de Editores de Asturias, lo recuerda como un hombre “conciliador y comprometido, jamás una mala palabra o un mal gesto. Cada vez que había que apoyar al libro, ahí estaba él”. Magadán cuenta que en Garluc, a pesar de ser una librería pequeña, siempre tenía sitio en sus estanterías para los libros que se editaban en Asturias. “Mantenía una relación estupenda con los editores. Los recibía, los llamaba, los ayudaba en todo. A los que comenzaban, les explicaba la relación que debían tener con los libreros y los distribuidores. Porque así era Pedro: si necesitabas ayuda, sabías que podías contar con él. Apoyaba el libro en todas sus facetas: a bibliotecarios, editores, libreros, escritores y lectores”.

Era un buen colega, un gran conversador, un hombre maravilloso y bueno por definición” Luis Martín

Pero todo esto, como explica Luis Martín, García no hubiera podido hacerlo si no tuviera un “maravilloso soporte familiar”, la ayuda de su mujer y su hijo Pedro, que permanecían al pie del cañón en la librería y le apoyaban en todo, las personas que estaban tras él y son parte de su obra. Hoy día Garluc sigue abierta; su hijo Pedro ha tomado el relevo.

Dicen que cuando alguien sabio muere, es como si se quemara una biblioteca. Con la muerte de Pedro García hubiese ardido una biblioteca inmensa, si no fuera porque él no lo hubiera permitido: luchó toda su vida para que ningún fuego se acercara a los libros y la gente pudiera ver la asombrosa luz que salía de las bibliotecas, la que no procedía de las llamas, sino de las palabras.

 

(19 de noviembre de 2012)

(Fotografías: Entrega de Premios Letras-Editorial Septem / I Encuentro de clubes de Lectura- Ana Zarabozo bibliopiedrasblancas.wordpress.com)

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias