Ignacio del Valle: Biblioretorno

(Oviedo, 1971) Ganador de más de cuarenta premios de relato, con su primera novela, De donde vienen las olas (1999, Premio Salvador García Aguilar), Del Valle inició una trayectoria imparable que le lleva al éxito internacional con El tiempo de los emperadores extraños (2006, Premio de la Crítica de Asturias 2007, Premio Libros con Huella 2006), y que ha mantenido con su reciente Los demonios de Berlín (Alfaguara, 2009)

 

 

 

 

 

BIBLIORRETORNO

Si no siembras libros, cosecharás cadáveres. Recuerda. Recuerda. La historia de los libros está iluminada por las hogueras de los censores de Roma, anegada por las cenizas de la biblioteca de Alejandría, por los crímenes de los Bibliocastas en Grecia, por los esfuerzos de los emperadores chinos por eliminar el pasado, por las obras paganas destruidas por los primeros cristianos, por el pavoroso saqueo mongol de Bagdad, cuando las aguas del Tigris bajaban alternativamente rojas por la sangre de los habitantes y negra por la tinta de los libros arrojados al río; por los libros musulmanes y judíos expurgados en España, por los códices quemados en México, por las piras del Santo Oficio, por la censura de la Inglaterra puritana, por el Holocausto nazi, por las llamas de Sarajevo… Si no siembras libros, cosecharás cadáveres. Recuerda. Recuerda.

Eso me susurraban los tomos de la Biblioteca Pública de Oviedo, me lo musitaban como una oración, con la misma cadencia, con la misma esperanza de que los escuchase, antes siquiera de saber que yo sería escritor, mucho antes de sufrir mis primeras y aplastantes derrotas en incipientes intentos.

Recuerda, me decían mientras acariciaba sus lomos llenos de polvo, azules, ocres, marrones, rojos, y mi mente quedaba grabada con sus párrafos al igual que en Bizancio marcaban la piel de los herejes con fragmentos de libros sagrados mediante hierro al rojo. Recuerda. Recuerda. Allí donde queman libros, luego quemarán a los hombres.

Y salía y entraba de aquella biblioteca en una historia cuyo comienzo no recuerdo y que tampoco tendrá ya un final. Ni siquiera cuando muera, porque mis libros seguirán existiendo para que le susurren a otro incauto atrapado en sus telas híbridas e impuras, recuerda, recuerda, donde no hay libros, no hay memoria.

Y otro imprudente, y otro más que quedarán atrapados después de él, que querrán escribir los libros que devoran, que desearán perderse en ellos, hasta el punto de la chifladura, de la insensatez, de la irracionalidad.

Una forma de alegría sin explicación, sin rumbo, ciega maquinaria que nos rodeará de más libros, para leerlos o para recrearnos en la futura lectura, para mirarlos, para acariciarlos, para olerlos, para conservar hasta la muerte esa angustia por saber, por perdernos más profundamente en el inmenso, inabarcable océano de saber humano.

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Sobre el autor

Red de Bibliotecas Públicas del Pdo. de Asturias