Microrelatos: II Concurso “Ciudad de Oviedo”

UN LUGAR (GANADOR) /Enrique Tejón

Una lápida semienterrada dice que cuando el tiempo empezó a transcurrir, el pueblo ya era viejo. Las paredes, casi cubiertas por la tierra, son testigos de ello; sucias y distantes; ajadas y silenciosas; llenas de susurrante soledad. Ninguno de sus habitantes lo abandonó jamás. Durante mucho tiempo, un carromato sin conductor, tirado por un viejo caballo, atravesaba sus calles muy despacio y, sin detenerse, se perdía en el desierto. La última vez que lo vieron pasar traía un pasajero que no se apeó. El caballo iba desbocado y cruzaron el pueblo a toda velocidad. Poco tiempo después, empezó a morirse el único árbol, y luego, se secó la fuente que ofrecía un hilo de agua. Las sombras ocuparon el lugar de los habitantes; los sonidos se los apropió el viento. En el cementerio brillan tristes los huesos del caballo y gira una rueda del desvencijado carromato.

 


…Y EL REFRÁN VOLVIÓ A EQUIVOCARSE (2º PREMIO) / Fernando Muñoz Fernández

Los renglones de su vida estaban llenos de anotaciones al margen de las cosas que había perdido.

La ortodoncia partió rumbo al Cantábrico al saltar de su boca a la taza del váter en la escuela de doña Josefina.

El incendio de las mejillas le delató cuando se inventó que le habían robado la cartera el día que se le cayó saltando entre los bancos del campo de la Iglesia.

A Ramón el cerrajero se le escapó una risita la tercera vez que fue a abrirle la casa.

Fue Juana la que no quiso perderse el resto de su vida y un mediodía desapareció.

Así que cuando la vio brillar –aún no sabe ni cómo pudo fijarse- entre la hierba que les echaba a las vacas, una ceja se le disparó arrugándole media frente.

Era una aguja.

 

LA POSTAL (SELECCIONADO) / Ana Sagasti

“No me he olvidado de ti” –decía la postal.

Esas seis palabras le golpearon con fuerza. Sintió que un sudor frío  le recorría la columna.  Y se estremeció.

Había regresado. Sabía que algún día aparecería de nuevo. Nunca se había sentido del todo seguro. Nunca iba a dejarlo en paz.

Hacía tanto tiempo de aquello que ya ni recordaba cómo había empezado todo. Sólo sentía un temor oscuro, primitivo, como si una mano le estrujara por dentro. Pero ahora el miedo, oculto bajo capas y capas dentro de él, volvía a aflorar, terco e inexorable.

Caminó por los interminables pasillos tenuemente iluminados, con la mirada huidiza y el andar vacilante. Tenso y a la expectativa. Ya no habría descanso para él.

Los enfermeros se miraron y uno de ellos comentó:

—La postal, otra vez. Creía que ya lo tenía superado.

 

Relatos ganadores del II Concurso de Microrrelatos “Ciudad de Oviedo”, organizado por la Asociación Amigos de la Biblioteca de Asturias “Un puñado de letras”.

 

Creative Commons License photo credit: Ignacio Gómez Cuesta

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Sobre el autor

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